MINNESOTA VIKINGS 7 - SEATTLE SEAHAWKS 38
Cuidado, NFC, los Seattle Seahawks ya están aquí
El equipo de Pete Carroll destrozó a los Minnesota Vikings, un rival directo para entrar en playoff que no fue enemigo ni en ataque ni en defensa.
Decía la niña de Poltergeist, una película de terror en la que seres de otra dimensión, muertos con mucha capacidad para dar la lata en el mundo de los vivos, se dedicaban a sacar de quicio a los protagonistas, una frase que se quedaría grabada en el imaginario colectivo: "ya están aquííííííí". Pues en la NFC deben estar en un estado de pánico parecido porque los Seattle Seahawks, enterrados antes de tiempo, ya están aquí.
El equipo llegó al estadio de la universidad de Minnesota, vio y venció. Por ese orden. Pero sin perder mucho tiempo en ninguna de esas fases porque ya desde bien prontito le dejaron claro a los Minnesota Vikings que la tarde se iba a resolver de forma categórica. El resultado final, 38 a 7 a favor de los Seahawks, es de esos que deja poco lugar a la imaginación.
El ataque de Seattle se ha desperezado parece que de forma definitiva. Tras un inicio de año con dudas y lagunas, Russell Wilson ha emergido con la confianza de sus mejores momentos y ha hecho olvidar tres cosas: Marshawn Lynch, Jimmy Graham y la línea ofensiva.
El corredor ha tenido un sustituto mejor de lo esperado en Thomas Rawls, pero el propio Wilson ha cogido las riendas desde el pocket para sumar sus propias yardas terrestres. El tight end, desaprovechado en los meses de septiembre y octubre, se había ganado la confianza del resto del ataque hasta que se lesionó la semana pasada; en su lugar ha emergido Doug Baldwin como una amenaza absoluta en la red zone, con cinco TDs en dos jornadas. Y la línea se ha ido afianzando con la seguridad que da un QB en estado de gracia.
Con eso Seattle pudo dominar a los Vikings tanto por tierra como por aire. Pero también con desgracias propias. La defensa de Minnesota, más que digna, perdió a dos de sus mejores jugadores, de jóvenes estrellas como Anthony Barr y Harrison Smith. En ambos casos fueron insustituibles, con un pass rush débil y un centro de la secundaria batido una vez tras otra. Linval Joseph, otra de las piezas claves de esta defensa, ni se vistió.
Adrian Peterson ni apareció. Sólo 18 yardas en 8 carreras son testigos de su desempeño. Seattle se sabía la lección al dedillo y se dedicó a contener las posibles big plays del mejor corredor de la liga cerrando el centro con todo lo que tenían en su mano. Ocho jugadores en la caja esperando a Peterson y los que hicieran falta. Y con el partido en las manos de Bridgewater la Legion of Boom, al fin, pudo de disfrutar de una tarde perfecta. Sencillamente perfecta. Ninguno de los receptores de los Vikings, incluido Rudolph, fue capaz de aportar nada a su equipo.
Con la victoria, Seattle suma cinco en las últimas seis semanas, y se pone con un 7-5 de récord que hace de la plaza de wild card en la NFC algo muy duro, tanto matemáticamente como en las sensaciones, para los perseguidores, que ya no dependen de sí mismos. Porque Minnesota, que cae a 8-4, aún tiene ventaja suficiente como para no poner en duda su presencia en postemporada y, además, el palo de hoy es asumible por un equipo tan joven.
Aunque, y esto debería hacerles pensar, han tenido en las últimas semanas dos partidos bravos, duros, contra contendientes reales, en los que podían haber puesto sus reales sobre la mesa y decir aquí estamos. En ambos, Packers y este de los Seahawks, han salido con las orejas calientes de recibir collejas de los chavales mayores.