Los 49ers miran por el futuro acabando con Colin Kaepernick
Sentar al QB es una decisión que va más allá de lo deportivo y, por eso, creo que el equipo de San Francisco acierta con el timing de la misma.
La génesis del debate de esta semana entre el jefe y servidor se produjo hace un par de días en la mesa del mencionado señor Tovar. Allí me preguntó que qué pensaba del asunto de la semana en la NFL, la defenestración de Colin Kaepernick en los San Francisco 49ers, y le dije que me parecía que el equipo acertaba. "Eres un cachondo", me espetó, "hace dos semanas dije que yo pondría ya a Gabbert y tú poco menos que te lías a bofetadas". No soy quien para llevarle la contraria, porque seguro que es verdad, pero es el momento de puntualizar el asunto. Así que en este debate de los viernes esta semana estamos de acuerdo... pero con matices.
Desde un punto de vista deportivo el cambio no se sostiene. Blaine Gabbert, el suplente que ahora es titular, no ha demostrado nivel para jugar en esta liga. Kaepernick, con su millón de defectos, ha tenido momentos estelares y se le atisba un potencial y un talento que nada tiene que ver con el tipo ese que jugaba en los Jaguars y que fue fue primera ronda tras mostrar lo justo jugando en la universidad de Missouri. En el campo, y de esto no tengo dudas, no tiene ningún sentido quitar a Kap para poner a Gabbert. En ese sentido la decisión sería una catástrofe.
Lo que sucede es que la decisión no es deportiva, sino estructural.
La franquicia el mensaje que manda con este movimiento es que se acabó lo que se daba y toca pasar página. La era que les llevó a jugar tres finales seguidas de la NFC, y una Super Bowl, viene agonizando desde hace más de un año y, simbólicamente, ha sido enterrada con el último clavo en el ataúd de su quaterback titular.
No se trata de algo que Jim Tomsula pudiese decidir en solitario. Es más, entiendo que apenas si ha sido consultado y que se le ha ordenado desde arriba, bien sea el dueño, Jed York, o el general manager, Trent Baalke, pero con la seguridad de que es la propia franquicia, como entidad, la que ordena el movimiento.
Se hizo el día antes del final de la fecha límite para el traspaso de jugadores por si alguien quería llamar y preguntar precio por el QB. A fin de cuentas el destino del mismo en San Francisco está sellado y será cortado, con toda probabilidad, antes de que en marzo del año que viene comience la temporada. El corte no va a suponer ningún gasto económico para la franquicia, pues aquel gran contrato de 114 millones y 6 años de duración era una ganga para los 49ers ya que asegurados sólo estaban 27 millones de dólares. Sin embargo hay 7,5 millones en dinero muerto que ya ha cobrado el jugador y que sí que contarán contra el espacio salarial de la franquicia el año que viene, por eso un traspaso ahora hubiese sido bueno para ellos, porque se quitarían esa (pequeña) remora.
Al no jugar, además, se limita el riesgo de lesión, que es cuando el salario del año que viene de Kaepernick, cerca de 20 millones de dólares, se haría asegurado.
Pero no se trata tampoco de una cuestión económica, como no lo era deportiva. Es empresarial. Es de cambiar el futuro de la franquicia por completo porque, que duda cabe, ahora comenzarán a mirar QBs de cara al draft y los aficionados y la prensa sabrán que estamos ante un equipo en reconstrucción del que no se puede esperar nada a corto plazo.
Con el dedazo superior que ha acabado con la carrera del QB titular en el equipo lo que se dice es que hay bandera blanca para este año, que no importa no ganar ni un sólo partido más (porque si eso importase no sería Gabbert el titular) y que nadie pida milagros. Es un alivio y les permite rebajar la presión y pensar con mayor tranquilidad en el futuro. Es el fin de una era, es la firma en el certificado de defunción y, por eso, los 49ers aciertan, aunque deportivamente vayan a ser peores este año.