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INDIANAPOLIS COLTS

De cuando el destino separó a los Panthers de Andrew Luck

Las historias de la franquicia y del quaterback pudieron ser la misma en el año 2011, pero el jugador decidió quedarse un año más en la universidad.

Andrew Luck, con los Indianapolis Colts.
ANDY LYONSAFP

El día de año nuevo del año 2011 había dos cosas muy claras en el mundo del fútbol americano: los Carolina Panthers iban a ser el número uno del draft de la NFL y Andrew Luck, un joven quaterback de la universidad de Stanford, era la mejor promesa que se había visto desde Peyton Manning en 1998 (según Tony Pauline, de Sports Illustrated) o, más aún, desde John Elway en 1983 (según Mel Kiper, de la ESPN). Cualquier escenario que no implicase a ambas sentencias en una conclusión obvia, que Luck sería el QB de los Panthers tras el draft de abril, era considerado una locura.

Sin embargo, lo impensable sucedió.

Luck siempre ha sido un tipo con un cerebro privilegiado. En el aspecto social lo demuestra con su forma de hablar, sus opiniones y su manera de comportarse. Pero en el intelectual aún más. En Stanford estaba estudiando Diseño de Arquitectura y, aunque sólo le conocíamos por ser el QB de aquel maravilloso equipo comandado por Jim Harbaugh y que se dedicaba a amargar la vida de la todopoderosa USC en su conferencia, su desempeño en las aulas era tan, o más, impresionante. Aún le quedaba un año para graduarse y decidió quedarse en la universidad para completar su ciclo estudiantil.

Lo habló con sus padres, y lo entendieron. Lo habló con Harbaugh, y le apoyó. Supongo que sus amigos le dirían "bien hecho". Sus compañeros de equipo, más. Pero para todo el resto del mundo fue una locura sin precedentes. No porque no haya habido jugadores a los que se les calificaba de número uno seguro del draft que hayan decidido seguir un año más en el mundo colegial, sino porque el dinero que dejaría de ganar era una montaña. Y él sabía que dejaba ese dinero encima de la mesa.

Porque aquel año 2011 fue el del nuevo convenio colectivo de la NFL y todas las informaciones que había indicaban cual era uno de los puntos esenciales en los que jugadores y propietarios estaban de acuerdo: la escala salarial de los rookies. De esa manera lo que parecía seguro es que cualquier persona que pasase de ese último draft con el convenio antiguo para presentarse al del año siguiente estaría tirando montañas de pasta. En el caso de un QB número uno del draft la diferencia sería de, ojo, unos 70 millones por 6 años a 22 por 4.

Eso no echó para atrás al joven Andrew, que estaba empecinado en acabar sus estudios y también en llevar a Stanford a pelear por el título nacional. Al cocer todo mengua, y al draft del 2011 ya se le aplicó el nuevo convenio, así que en esencia no perdió ningún dinero (sólo el de un lógico año de menos en los profesionales), pero eso no impide recordar en que contexto tomó la decisión.

Luck cumplió con creces su objetivo. Se graduó, recordemos que en una de las mejores universidades del mundo a nivel académico, y recibió varios premios como mejor atleta estudiante del año, por sus méritos en las aulas y no en la cancha, y quedó segundo en el Heisman Trophy (mejor jugador de la NCAA) tras Robert Griffin III, algo que ya había hecho el año anterior detrás de Cam Newton, convirtiendose en uno de los cuatro chavales en la historia en quedar segundo dos años seguidos. Stanford no consiguió el título nacional pero acabó la temporada con 11-2 de record y jugando la Fiesta Bowl.

Pero en toda esa historia un equipo se quedó en la cuneta: los Carolina Panthers. Deshechos, con un record paupérrimo de 2-14, dieron por concluida la época de John Fox y Jake Delhomme. Con el número uno del draft, que a nadie le quepa duda, querían a Andrew Luck. Y se encontraron con la desagradable sorpresa de que el empollón decidía seguir en la universidad.

Por fortuna para ellos un mastodonte que jugaba en la universidad de Auburn había tomado al asalto toda la NCAA en un año memorable, casi inesperado, y se había convertido en una megaestrella. Se llamaba, y se llama, Cam Newton, y la ausencia de la gran figura de Stanford se suplió sin llantos.

Aún hoy hay gente en Carolina que considera que Andrew Luck quiso quedarse un año más en su etapa universitaria para evitar ir a jugar a los Panthers. Es una tontería, como ha demostrado la historia vital de un tipo sin tachas personales y que juega en un mercado como Indianapolis sin jamás haber dado señas de ser una prima donna con ínfulas. Pero dado que ambos equipos, Colts y Panthers, se enfrentan este lunes volverá a escucharse el run-run de aquella vez que la franquicia de Carolina se sintió muy triste porque un chico decidió acabar sus estudios y dejar un montón de millones encima de la mesa.