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INDIANAPOLIS COLTS

Gritos y acusaciones en el vestuario de los Colts

Jim Irsay y Ryan Grigson, dueño y general manager de la franquicia de Indianapolis, tuvieron una acalorada discusión delante de sus jugadores.

Chuck Pagano, un hombre destinado a estar en el paro.
Joe RobbinsAFP

Los Indianapolis Colts están en llamas. Un incendio ha corrido como la pólvora por toda su estructura y, si no es controlado en breve, destruirá todo a su paso. Los encargados del equipo, como auténticos bomberos pirómanos, se han dedicado a azuzar las llamas y toda su estrategia para detener el desaguisado es que, en algún momento, lloverán victorias. A fin de cuentas juegan en una división con una pluviosidad enorme. Pero no, ni una gota, y el fuego sigue a toda velocidad.

Ayer el equipo perdió contra los New Orleans Saints. Esos Saints que dábamos por cadáveres hace pocas semanas. El juego de los Colts, como de costumbre, había sido patético. Jim Irsay, el dueño de la franquicia, bajó al vestuario y allí se encontró con Ryan Grigson, general manager. El ánimo de ambos hombres estaba caliente y no se les ocurrió otra cosa que ponerse a pegar voces, el uno contra el otro, delante de sus empleados. Es decir, las dos personas más importantes del club, los cerebros pensantes, tirándose los trastos a la cabeza a la vista de todos los demás. Es una imagen como para dudar del proyecto, si es que que alguien quedaba con fe en esas cuatro paredes.

No han trascendido los términos de la discusión, pero son fáciles de imaginar. Esta temporada Grigson ha tirado de chequera, de la de Irsay en concreto, para fichar veteranos que aportasen colmillo retorcido al grupo de pardillos que llevaban años estampandose en Fóxboro y Baltimore en playoff. La línea argumental de estos Colts es que eran jóvenes, talentosos y con gran futuro, pero no tenían el suficiente poso como para dominar partidos en enero en territorio hostil y ante equipos que se las saben todas.

El recuento, visto desde hoy, marea. Grigson ha renovado a Anthony Castonzo por casi 44 millones de dólares, y fichado a Andre Johnson (34 años) por 21 millones, a Trent Cole (33) por 14, a Frank Gore (32) por 12 y a Todd Herremans (32) por 2,25. Para compensar el gasto, estos jugadores han establecido las peores marcas de su carrera. Castonzo, por ejemplo, ha cometido el mayor número de holdings de toda la NFL, lleva cinco, y suma tres false starts; Andre sólo lleva un partido digno de su nombre; Cole puede "presumir" de un sack; Herremans, directamente, ya ni se viste en los partidos.

La estructura de este proyecto se ha venido abajo en este incendio. La apuesta de Grigson ha salido mal. Tras elegir en el draft a Andrew Luck no se ha tenido paciencia y se ha querido ganar ya, pero por el método equivocado, el de fichar gente de vuelta de todo. O sino el método, al menos los hombres. Y eso recae directamente en el general manager.

Además, el entrenador, Chuck Pagano, se ha mostrado como un incapaz en la banda, mecido por ese oleaje del destino que es el swing de Andrew Luck, que lo mismo te lanza un TD de 50 yardas que te acumula intercepciones en montones de doce arrobas. Pagano, en la banda, suspira o aplaude según la circunstancia. Más aún con una defensa que ni está ni se la espera, que es un coladero desde que el tiempo es tiempo.

Con todo eso, Irsay está lejos de ser un dueño modelo, con escándalos y problemas con la justicia de su propia factura, y con una ansiedad por hacer las cosas rápido y sin fermentar que ha dado en mostos imbebibles. De ahí a bajar al vestuario y liarse a bofetadas argumentales con tu general manager enfrente de los jugadores sólo va un paso. Y se ha dado.

Lo mire por donde lo mire, los Colts son un fracaso. Estas palabras son muy gruesas y con probabilidad de convertirse en ceniza, porque en esa división parece imposible que no jueguen en playoffs y allí... bueno, allí, en enero, hemos visto de todo en esta santa liga. Pero eso no evita pensar que los puestos de trabajo de Grigson y Pagano están que arden y que su futuro es negro como la tierra carbonizada tras un incendio. Y que la organización en sí sería mucho más feliz si apareciese un comprador que quitase a Irsay de enmedio.