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AFC Sur desde dentro

Historia de dos (pares de) quarterbacks de la AFC Sur

Indianapolis Colts y Houston Texans han sufrido un año de inestabilidad en el puesto de quarterback pero por distintos motivos y con distintos resultados.

Andrew Luck conversa animadamente con su quarterback suplente, Matt Hasselbeck, antes del partido contra los Texans.
RONALD MARTINEZAFP

Una de las mejores inversiones que cualquier franquicia puede hacer es pagar una cantidad respetable de dinero a un buen quarterback suplente con la esperanza de que nunca tenga que demostrar que merece semejante sueldo. Es una verdad casi universalmente aceptada, y que Colts y Texans han puesto a prueba en este inicio de temporada. Los resultados no pueden ser más diferentes.

Si hubiera que comparar al quarterback con algún jugador de fútbol (el europeo, el soccer), quizá sería con uno de esos mediapuntas creativos por los que pasa todo el juego del equipo y cuya especialidad es dar el último pase. Pero la forma de gestionar su titularidad siempre ha sido más parecida a la de un portero. Ya se sabe: eliges a uno, confías en él y salvo que el desastre sea mayúsculo, no le tocas hasta final de temporada. Si llega a darse el caso en el que el suplente tiene que salir al campo, el procedimiento es el mismo: pasa a ser intocable en su puesto.

Los motivos son bastante evidentes: un quarterback, como un portero, necesita tener confianza en sí mismo, y para que eso ocurra es necesario que sepa que tiene la confianza de sus entrenadores y del resto del equipo. Es complicado tomar decisiones en fracciones de segundo si se tienen dudas sobre la capacidad de uno mismo elegir las adecuadas.

Por eso es raro que los equipos cambien a sus quarterbacks incluso en sus peores rachas. Si tu mediapunta baja su rendimiento, le sientas en el banquillo hasta que mejore su forma. Si tu portero atraviesa un bache, le das tu apoyo y rezas para que acabe pronto. Y si se te ocurre quitarle el puesto, prepárate para una tormenta mediática que puede durar años (no daré ejemplos, no es necesario).

Los Indianapolis Colts lo saben. Y por eso Andrew Luck, a pesar de todos sus problemas en los primeros partidos de la temporada, es su quarterback titular sin ningún tipo de dudas ni reservas. Si está disponible, incluso al 75%, juega. Y si no lo está, su suplente, Matt Hasselbeck, sabe perfectamente cuál es su función. Gestionar los partidos de la manera más eficiente, sin fuegos artificiales, y no perderlos. Si además los gana, mejor que mejor. Y por supuesto sabe que, haga lo que haga, en cuanto Luck esté sano su sitio volverá a estar en la banda, carpeta en mano.

El resultado está a la vista: dos victorias en dos partidos con el quarterback titular lesionado, ninguna controversia rodeando un puesto clave en cualquier equipo, y tiempo suficiente como para que Andrew Luck se recupere con calma sabiendo que su estatus no está en peligro. Muchas cosas han funcionado mal en Indianapolis en el primer mes de competición, pero la gestión de sus quarterbacks no es una de ellas. De manual.

Con la salida de Ryan Mallett en el partido contra los Colts, se produjo el enésimo giro en la posición para los Texans.
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Con la salida de Ryan Mallett en el partido contra los Colts, se produjo el enésimo giro en la posición para los Texans.RONALD MARTINEZAFP

Los Houston Texans, en cambio, no parecen tenerlo tan claro. Cierto es que no disfrutan del privilegio de tener en su plantilla al que posiblemente sea el mejor quarterback joven de la liga, pero la montaña rusa a la que han sometido a Ryan Mallet y Brian Hoyer no tiene pinta de llevar al equipo a buen puerto. Bill O’Brien empezó la temporada con Hoyer de titular, pero esa titularidad no le duró ni un partido completo. Mallet tampoco duró mucho de titular: en la cuarta jornada, con los Texans perdiendo 42-0 contra los Falcons, O’Brien dio de nuevo paso a Hoyer. Que consiguió al menos que el equipo hiciera un amago de remontada y anotase 21 puntos. Pero no le sirvió de nada porque Mallet volvió a ser titular ayer. ¿Todo el partido? No, claro. La excusa fue un sack que le dejó magullado. El caso es que fue Hoyer el que terminó el partido.

Como los Colts, los Texans han tenido que echar mano de su quarterback suplente (si es que alguien sabe quién es el suplente allí). Pero tanto las condiciones como, por supuesto, el resultado, no pueden ser más opuestos. La elección del quarterback se ha convertido en asunto de debate cada semana. El resto del equipo no sabe a quién puede esperar en el huddle cuando llegue el partido, y con dos QBs tan distintos eso tiene un impacto enorme sobre el gameplan y lo que se espera de la línea, los receptores y los corredores. Mallet es un pocket passer con un cañón por brazo y la mirilla desviada. Hoyer es un game manager que apenas lanzará más allá de 15 yardas.

Ayer, en uno de los muchos momentos de desesperación que O’Brien ya acumula esta temporada, las cámaras le pillaron preguntándole a Hoyer desde la banda que “cómo demonios has podido lanzar ese pase”, el que le costó una intercepción y probablemente el partido a los Texans. No sabemos lo que contestó el quarterback. Pero si le hubiera dicho que “quizá si no me obligases a ejecutar el game plan de otro sabiendo que si fallo me voy a la banda ipso facto estaría más tranquilo y tomaría mejores decisiones” nadie movería siquiera una ceja.