Los Dolphins despiden a Philbin tras el partido de Londres
En Miami han decidido poner punto y final a una etapa de cuatro temporadas en las que el equipo nunca alcanzó los objetivos previstos.
Se acabó. Los Miami Dolphins no han querido alargar más la agonía y han despedido a Joe Philbin, su entrenador jefe. Durante toda la semana pasada se rumoreó que este hombre, de triste figura, perdería su trabajo si el equipo no mostraba signos vitales en el partido de Wembley, Londres, frente a los New York Jets. Los rumores eran ciertos pues apenas han tocado suelo en Miami el dueño de la franquicia, Stephen Ross, ha ejecutado la sentencia sobre su entrenador.
El equipo está 1-3 en el casillero de victorias-derrotas, pero más grave aún que eso es la imagen que ha ofrecido, sobre todo en los dos últimos partidos. Ante Bills y Jets, ambos rivales divisionales, los de Miami no sólo han sido superados sino que han llegado a ser abochornados en sendas primeras partes en las que mostraron una falta de interés demasiado evidente como para no acusar al entrenador de haber perdido al vestuario.
Philbin se convierte en la primera víctima de la temporada. Llegó a Miami en el año 2012 procedente de Green Bay, donde era coordinador ofensivo. Las expectativas eran grandes, y más aún cuando se constató que la gerencia había acertado al draftear a Ryan Tannehill, QB franquicia del futuro. Pero el entrenador nunca cumplió con esas expectativas.
Su carácter reservado, sus modales educados y su presencia, que de tan ligera llegaba a parecer invisible, se trasladaron al campo. Es habitual en la NFL que los equipos jueguen con la personalidad de sus jefes, y estos Dolphins no fueron una excepción. No pasaron del anonimato en esta era.
Dennis Hickey llegó como general manager a Miami en 2014. No es buena combinación la de un general manager nuevo con un entrenador que ya estaba en la casa, porque a las primeras de cambio se va a la calle. Este verano Hickey echó la casa por la ventana y tiró de chequera para fichar al agente libre estrella de la offseason, Ndamukong Suh. Se dijo entonces, y resultó profético, que este fichaje podía ser la tumba de Philbin. Porque lo que se pedía era pelear con los Patriots y ser alguien en la liga. Alguien. Algo. Lo que sea. Y Philbin no es nada de eso.
Desde el principio del año se ha visto a un grupo de jugadores desinteresado en su profesión y un staff técnico incapaz de motivarles o insuflarles algo de sangre. El peor ejemplo se vio ayer en el partido de los Jets, con una defensa descuartizada por Chris Ivory sin que se produjera ninguna reacción, ningún grito. Ross ha tenido bastante de esto.
Para la franquicia esto es empezar de nuevo. Ahora tendrán que ponerse a buscar entrenador a largo plazo. De momento, la plaza estará ocupada por Dan Campbell, coordinador de tight ends, pero esto sólo es un parche (al menos a priori) hasta que se decida la dirección de la franquicia para el futuro. Lo que va a ser difícil, de momento, es llenar los asientos del estadio en la presente campaña. En ese sentido, el final de la misma puede ser muy duro con cinco partidos en casa en las últimas siete jornadas.
Y para Joe Philbin, probablemente esto sea un alivio. Llevaba demasiado tiempo en la cuerda floja como para no verse afectado por la situación. Además, ha quedado claro que no da el tipo para ser un entrenador jefe en la NFL, para tener que lidiar con la prensa y ser un personaje más que una persona, y podrá retirarse a sus aposentos a estudiar libros de jugadas y retomar su carrera como ese gris coordinador ofensivo que pasa desapercibido.