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Los Bengals, ante un histórico punto de inflexión

Si escribo que los XXXX son líderes solventes de su división, invictos tras derrotar tanto a un gallito de su conferencia americana como a un rocoso rival divisional, la mayoría de los lectores supondrá que estoy hablando de los Broncos o de los Patriots. Es lógico. Tanto Denver como Nueva Inglaterra tienen tras de sí un historial de éxitos que les avala. Sin embargo, me estoy refiriendo a quienes muy pocos estáis pensando: los Cincinnati Bengals.

Es normal que esta franquicia pase desapercibida entre el aficionado general. No ha hecho nada destacable desde el final de la década de los 80. Ha tenido desde entonces equipos competitivos y equipos penosos; pero peor que ser bueno o ser malo, es ser indiferente. Ser invisible. El hermano del medio. El que nunca recibe un cariñoso “¡qué mono!” o “¡qué mayor estás ya!” de las visitas. El que termina sus discusiones fraternales con el dictado paterno de “deja en paz a tu hermano pequeño” o “haz lo que te dice tu hermano mayor”. Cincinnati no tiene la edad de Pittsburgh (bajo sus diferentes denominaciones), ni la frescura de las “nuevas” franquicias de Baltimore o Cleveland (aunque históricamente siempre hayan tenido allí equipo de football). Quizá de ahí provenga el espíritu de segundón sin derecho a herencia. De equipo que nada espera porque nadie les espera.

El principal problema para entender a Cincinnati ha sido su escasa proyección mediática. Al ser uno de los equipos más desconocidos, para simplificar suelen calificarle mediante tópicos. Que si el QB es malo. Que si el entrenador, peor. Que se vienen abajo con excesiva facilidad. Tanto cuesta creer que puedan hacer algo bien que se convierten en los “Cincinnati Siperos”. Sí, pero el rival ha dado muchas facilidades. Sí, pero el calendario ha sido muy cómodo. Sí, pero han tenido suerte en esa jugada afortunada... Tampoco se puede juzgar a quienes les definen así con excesiva severidad. Cada vez que los Bengals se han encontrado ante la posibilidad de hacer algo importante, con los focos del mundo del football sobre ellos, el resultado ha sido un fiasco. La solución es fácil, pero difícil a la vez: ganar un partido con auténtica trascendencia.

Este año la tendencia podría cambiar, y hacer que nos fijemos en ellos con legítimo interés y prestarles la consideración que merecen. El primer paso lo dieron el domingo derrotando a domicilio a los Ravens, favoritos al comienzo de temporada en todas las quinielas, y cuya urgencia de victorias era apremiante. Pudimos ver dos caras de los Bengals, bien diferenciadas, y ambas deberían resultar ilusionantes para sus aficionados.

En el primer tiempo asistimos a un dominio absoluto de Cincinnati a ambos lados del balón. Una defensa que maniató a Flacco, muy incómodo todo el partido (aunque el mérito es compartido con el coordinador ofensivo de Baltimore, que le ha confeccionado a su QB un traje con el que no se encuentra nada a gusto). Un ataque que se movía con fluidez, con multitud de formaciones ofensivas diferentes, castigando con la carrera central. Con Dalton resolutivo, haciendo daño donde más le dolía a la defensa córvida: en la secundaria. Solamente un discutible play-call en goal-line que derivó en turnover on downs, y una pésima gestión del two-minutes drill, hicieron que la ventaja al descanso sólo fuera de 14 puntos.

En la segunda mitad, el escenario cambió completamente. Cincinnati seguía dominando pero cometió el error de no sentenciar. Esa falta de malicia que es mortal en este tipo de encuentros. Tras una evitable intercepción de Dalton en la end-zone, en el siguiente drive los Ravens estaban en la mitad del campo, con 4ª y 5 por recorrer, y el graderío abucheándoles. Ahí cambió el partido. Los locales abandonaron lo que venían haciendo y dejaron en libertad a Flacco. TD de Steve Smith. Misiles completados a triples coberturas. El público se contagió, y con él, la defensa córvida. Fumble de Dalton recuperado para TD y ventaja en el marcador. La locura. Los Bengals volvían a las andadas. Los fantasmas de toda la vida haciendo escarnio de los atigrados.

Y ahí apareció la segunda cara. La de equipo que no quiere rendirse a su destino. Bomba al imparable Green para recuperar la ventaja. Réplica de Steve Smith. Contrarréplica de Dalton en un drive fulgurante. Duelo de pistoleros en el que el pelirrojo esta vez no se arrugó. Quizá vender que sea un buen quarterback sea tan imposible como le resultara a otro loco de pelo rojo, el desorejado Van Gogh, vender uno de sus cuadros. Puede que, como en su caso, haya que dejar pasar tiempo para valorar su arte. Pero lo que es innegable es que el equipo de naranja y negro tiene un enorme potencial, y es posible que por fin esté entendiendo el manual de instrucciones sobre cómo usarlo en cualquier situación. Cincinnati ha demostrado que puede vencer en la calma y en la tempestad. ¿Quién de ellos va a batir a estos Bengals?