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Peyton Manning no puede sostener el ataque de los Broncos

Confieso que tuve que leerlo más de dos veces para creerlo: el ataque de los Denver Broncos es el que menos yardas produce por jugada, en concreto 4,3 yardas. Es más, su defensa, que es portentosa, concede 4,4 yardas por jugada. Ahí, en ese minúsculo espacio entre ambos datos queda explicado el estado actual del equipo y, de forma contundente, el desempeño de su QB titular, Peyton Manning.

En la superficie, los Broncos han comenzado la temporada a la perfección. Ya no sólo es que hayan ganado sus tres partidos, sino que lo han hecho a rivales de campanillas como son los Baltimore Ravens, Kansas City Chiefs y Detroit Lions, plantillas todas ellas con rango y en las quinielas para disputar los playoff este año. Pero a la que rascamos un poco nos encontramos con que el desequilibro entre el ataque y la defensa les puede lastrar en el medio plazo. Incluso que tácticamente se han visto con una sorprendente decisión de sus rivales, que es cerrar la carrera y dejar que sea Manning el que les gane el partido.

Nada de todo eso podía estar en los planes iniciales del equipo. Ni en el más loco de los sueños, de las pesadillas, imaginaban a Manning siendo la parte débil del equipo, aquella que quisieran explotar los coordinadores defensivos enemigos. Nadie podíamos imaginarlo. Ni siquiera cuando le vimos abandonar el campo el año pasado tras ser eliminados por los Indianapolis Colts en una actuación de señor mayor, de tipo acabado, de alguien camino del retiro.

John Elway, presidente de los Broncos, fichó a Gary Kubiak para implementar un sistema de bloqueos zonales, una carrera como fundación del ataque y pensó en un presente sin manning, con un QB móvil para aprovechar los numerosos roll out y play action que tanto le gustan a su nuevo entrenador. Pero Manning decidió volver y se encontraron con un muerto, perdón, entre las manos.

En un principio Kubiak quiso insistir en su sistema, pero las sensaciones fueron tan horribles, tan mal cuerpo dejaba ver a Manning mover ese mamotreto con sus actuales pies, con su actual brazo, que en seguida han mutado al clásico shotgun del viejo QB, ahí donde se siente como en casa.

Sin embargo, ni la ligera mejoría del ataque ni los resultados pueden ocultar el bosque: el grupo no funciona. Todas las defensas se han empeñado en que Denver no corra. Meten ocho hombres en la caja y aguantan con todo la llegada de las yardas terrestres. Ante esas, por supuesto, el partido queda en el brazo de Manning.

Es una situación tan extraña que estoy seguro que hasta mentalmente le tiene descolocado. Poneos en su situación. Estamos hablando de uno de los mejores jugadores de football de la historia, un hall of famer instantáneo que lleva toda su carrera causando pánico y dejando sin dormir a los entrenadores rivales la semana en la que se enfrentaban a él. Lectura de blitzes, diagnóstico preciso de una poblada secundaria, escaneado del terreno para buscar la ventana entre un mar de defensores. Todo eso se ha acabado. Ahora Manning se encuentra con un montón de hombres parapetados tras su OL y el espacio abierto del campo profundo. Y ahí, impotente, un brazo que no llega donde llegaba y que, motivado por el sobreesfuerzo, pierde la precisión.

Ese escenario ha de ser duro. Como si al chico atlético le escogieran el último en las pachangas del patio del colegio. No se acepta así como así. De tal forma que espero un Peyton encorajinado y con la intención de demostrar que aún puede jugar a esto al máximo nivel.

Y ahí, justo ahí, es donde creo que los Broncos pueden ver como su temporada mirará al abismo. Porque considero que esta plantilla es digna de ganar la Super Bowl. Creo que es, ahora mismo, la mejor defensa de la liga y que sus piezas en ataque son suficientes como para pelear con cualquiera. Pero, lo digo siempre, este es un juego de equilibrios y hay que mimar cada aspecto del juego para sacar el máximo rendimiento al grupo. La tendencia es a que la carrera de Denver se vaya volviendo irrelevante. No sólo por la presión de las defensas sino por el orgullo de su QB titular, viejo legendario. Que mala combinación.

Peyton Manning no puede sostener a los Denver Broncos. Casi cualquier otra línea del equipo puede. Y todas juntas ni te cuento. Pero en tres victorias consecutivas, en tres resultados más que positivos, han generado el menor número de yardas por jugada de toda la NFL. Eso es insostenible.

Por supuesto, estamos hablando de una leyenda por algo. Su competitividad y su cerebro siempre han sido dos de sus grandes virtudes. Así que descartar que se siga manteniendo, en este filo imposible, todo el año es muy atrevido. Existe la posibilidad, además, de que suelte un par de buenos partidos, los rivales se abran y estos Broncos comiencen a correr a discreción, con lo que el propio juego de Manning mejoraría de forma instantánea. Pero, sencillamente, es menos probable que eso ocurra.

Sea como fuere, una de las situaciones más intrigantes, e interesantes, de toda la NFL. Hasta que se vaya, Peyton Manning seguirá siendo el centro de atención. Sea capaz, o no, de sostener a unos Broncos que son el mejor equipo con el que nunca ha contado. Lástima que él no pueda decirlo de sí mismo. Ni por asomo.