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Philadelphia Eagles

Lo peor de la derrota de los Eagles fue la cara de Chip Kelly

El entrenador de Philadelphia parecía paralizado en la banda, incapaz de intentar algún ajuste o de poner algo de sensatez en el caos de su ataque.

Caras largas, resignación, profunda tristeza... Chip Kelly miraba de todas las formas posibles, pero era incapaz de encontrar soluciones.
Kevin C. CoxGetty Images/AFP

Siempre he sentido envidia por la gente que es capaz de poner cara de póquer. Impertérritos mientras les quitan la novia, les despiden del trabajo, les atropella un coche o se tiran en paracaídas. Y con una sonrisa en la boca como punto y final. Nunca he sido capaz de esconder mis sentimientos. Cuando algo me molesta me salen rayos por los ojos. Cuando tengo 31 en el mus, me pongo a dar botes en la silla.

El domingo descubrí que Chip Kelly tiene el mismo problema que yo. Hasta ahora siempre me había parecido un tipo impertérrito que miraba el partido con un radar analítico, mientras detrás de él un asistente levantaba pósters de Rocky o de Homer Simpson que escondían fórmulas mágicas para humillar a sus rivales.

Sin embargo, el domingo contra los Cowboys la cara de Kelly era un poema. El paradigma de la resignación. El alma del vacío absoluto. Yo no sé dónde estaba la cabeza del entrenador principal de los Eagles, pero desde luego, no en el partido.

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Kevin C. CoxGetty Images/AFP

Con todo, Kelly ha nacido de pie y ha tenido una suerte infinita. En quizá el peor partido ofensivo de ningún equipo aspirante en muchos años, muy poca gente ha apuntado los focos hacia los Eagles. Los grandes titulares han sido acaparados por los Cowboys y la lesión de Romo. Que a todos los efectos parece que quienes perdieron el duelo divisional, y necesitan reinventarse, son los texanos. Es más, visto con perspectiva, el resultado para Philadelphia es hasta bueno. Su gran rival divisional tiene dos victorias, pero a todas las estrellas en una enfermería de larga duración, los Redskins siguen sin parecer un rival serio a pesar de la victoria y no sería raro que los de Kelly tuvieran que jugarse la división con el camarote de los hermanos Marx que son los Giants.

Con tanto análisis sesudo, hemos olvidado que Chip Kelly simplemente no sabía que hacer. Se había convertido en un adorno en la banda. Menos útil que el aguador. No tenía ni una solución, ni un ajuste, ni una prueba que le pudiera llegar a la victoria. Y que nadie olvide que el partido no entró en el último cuarto cerrado. Los Cowboys ganaban 0-13 con Weeden a los mandos y pidiendo la hora. No había por qué bajar los brazos.

El problema no existió en la defensa, que al menos mantuvo la compostura pese al desconcierto. El auténtico desastre se vivió en el ataque, alfa y omega donde vive y muere la filosofía de Chip Kelly. Durante muchos momentos, los once jugadores que saltaban al campo parecían como pollos sin cabeza. Se miraban unos a otros, y miraban a la banda buscando respuestas, sin saber muy bien ni qué jugada debían hacer, ni cuál era el plan maestro, ni si había alguien en su staff preocupándose de ellos. En un momento dado, DeMarco Murray pareció encorajinado, indignado, dispuesto a cargarse el equipo a la espalda, a improvisar lo que fuera necesario a pesar de sus yardas negativas, para intentar poner algo de coherencia en un grupo desamparado y sin norte.

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Kevin C. CoxGetty Images/AFP

Puede ser un accidente, un día malo, una tarde de dolor de cabeza insoportable o en la que sucedió algo horrible en la vida de Kelly que le llevó a estar en el campo en cuerpo presente, aunque con la mente en otra parte, pero lo que cualquier aficionado espera de su entrenador principal es el talento suficiente para saber ajustar, reorganizar, plantear una y otra vez un partido, para no bajar los brazos hasta el final.

Un partido malo lo tiene cualquiera, pero lo que vimos el domingo ante los Cowboys hace que nos preguntemos si Chip Kelly tiene de verdad el talento necesario para dirigir a un equipo de la NFL. ¿Han desaparecido las tablas y el carácter para darle la vuelta a un partido que demostró Kelly hace dos años en aquél mítico Lions-Eagles bajo una tormenta de nieve? Esperemos que no, pero su cara en la banda es, con diferencia, lo más preocupante de la derrota ante los Cowboys.

Y que su respuesta ante el desastre se quedara en un lacónico “sentí vergüenza”, es más preocupante todavía. ¿Vergüenza de quién? ¿De sus jugadores? ¿Del público abuchenate? ¿De sí mismo? Este fin de semana demasiados entrenadores han escurrido el bulto a la hora de buscar culpables.

Chip, este monstruo lo has creado tú. No te avergüences de él y hazlo jugar.