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A la sombra del dólar o cómo son los Dodgers en 2015

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En 2003, el libro Moneyball describía el arte de los Athletics de Oakland para construir un equipo vencedor con poco dinero. Un David contra Goliath de chequeras. Pero el béisbol es una ciencia inexacta. Goliath, a pesar de tener mucho más dinero que David, tampoco tiene el éxito garantizado. Dicen que el dinero no da la felicidad, pero ambos factores son claves para armar un equipo vencedor. ¿Se puede comprar la felicidad?

Hoy, el Goliath de la Major League Baseball son los Dodgers de Los Ángeles. La novena californiana posee la plantilla más cara del mundo en cualquier deporte. Según datos de la web Spotrac, los Dodgers pagan más de 300 millones de dólares en salarios. Una auténtica barbaridad, si tenemos en cuenta que equipos como Miami, Tampa o Arizona apenas gastan 70 millones de dólares. Cuatro peloteros de Los Ángeles superan los 20 'kilos' anuales en nóminas, y dos de ellos -Clayton Kershaw y Zack Greinke- son el primero y el cuarto mejor pagado de la liga. En términos comparativos, algo más del 8% de todos los dólares pagados a los jugadores de la MLB proceden de la billetera del equipo angelino.

La fiebre del oro está a los pies del letrero de Hollywood tras muchos años en Nueva York. Los Dodgers desplazaron el año pasado a los Yankees, que había sido el equipo más caro de los últimos 15 años. ¿Es eso una garantía de éxito? En realidad, no. En 2013 y 2014, los lujosos Dodgers se alzaron con el título de la División Oeste de la Liga Nacional, pero no lograron alcanzar las Series Mundiales. A día de hoy, los Dodgers ya piensan en postemporada, pero la sombra del dólar es alargada en LA.

Y es que los Yankees, desde que comenzó el nuevo milenio, solo han conquistado las Series Mundiales en una ocasión, en 2009. ¿Vale la pena apostar tanto? A otros no les ha ido mal. El último campeón, San Francisco, rival divisional de los Dodgers, 'apenas' gastaron 178 millones de dólares el pasado curso.

Dinero + Química = ¿Victorias?

Si 'Moneyball' hablaba de David, 'The Best Team Money Can Buy' versa sobre Goliath. Escrito recientemente por la periodista Molly Knight, el libro se centra en la construcción de los Dodgers más caros de la historia, y describe también las relaciones dentro del vestuario, la tan famosa química. Algo que el dinero no puede comprar, y que ni siquiera el colectivo de 'sabermétricos' puede cuantificar. El debate está servido: ¿Se gana porque hay buen rollo, o el buen rollo es consecuencia de la victoria?

Los últimos finalistas de las World Series, los Giants de San Francisco y los Royals de Kansas City, han hecho gala de una extraordinaria química. Según cuentan en la Bahía, las relaciones son geniales hasta en la secretaría técnica. Los de Misuri, por su parte, demostraron a principio de temporada la unión de un grupo que se metió en una y mil peleas, pero que siempre se mantuvo unido.

Lo que pasa dentro del vestuario de los Dodgers solo lo saben los miembros del club, pero se ha escrito mucho en Los Ángeles sobre la falta de química, donde Kershaw es el jefe de una tribu que intenta mantener enfocada hacia el campeonato. Se dice también que Yasiel Puig, por ejemplo, ha sido uno de los grandes animadores de la plantilla desde que llegó al equipo. El año pasado el cachondeo se desataba cuando el equipo anotaba un jonrón, y ponían en marcha una maquinita de pompas de jabón en el banquillo. La semana pasada, el outfielder Enrique Hernández se disfrazó de plátano al final de un partido contra los Giants. Son detalles que inducen a pensar que hay buen rollo en el Dodger Stadium. No obstante, el piloto de los californianos, Don Mattingly, se ha quejado varias veces de la frialdad de las relaciones entre sus jugadores.

¿Qué pasará? La realidad es que los Dodgers, salvo sorpresa, estarán en playoffs. Lo que venga después es todo un enigma, pero lo cierto es que la presión será máxima para el equipo más caro del mundo. El anuncio decía que “hay cosas que el dinero no puede comprar”. Desde luego, un puñado de dólares no puede comprar química, pero sí grandes jugadores. Y en octubre se verá qué es lo que marca la diferencia.