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Chuck Pagano y los Colts: ¿Un nuevo caso Harbaugh?

La vida es del color del cristal con que se mire, y en Indianapolis ese cristal parece ser rosa. Intenso. Andrew Luck es, sin la menor duda, el mejor quarterback joven de la liga. El equipo viene de jugar la final de división contra los Patriots – aunque pagaron cara su inexperiencia en estas lides – y el front office ve suficientes motivos para ser optimista como para zambullirse en el mercado de los agentes libres para complementar con veteranos a un núcleo de jugadores jóvenes y talentosos.

Pero hay nubes negras sobre el paraíso Colt, y en el horizonte asoma una tormenta muy parecida a la que han vivido los 49ers con la tumultuosa salida de Harbaugh. Los rumores vienen de largo, pero si algo ha quedado claro este verano en Indianapolis es que Chuck Pagano, head coach, y Ryan Grigson, general manager, no son precisamente los mejores amigos.

El contrato de Pagano vence al final de esta temporada, que en el caso de los Colts debería lógicamente terminar a finales de enero de 2016 (como mínimo). La norma no escrita en la NFL es que un entrenador sin seguridad a largo plazo será incapaz de hacerse con el control del vestuario, en el que los jugadores entienden que la autoridad de ese head coach es limitada. Así que Grigson ofreció a Pagano una extensión de un año.

Y ahí empiezan los problemas: otra norma no escrita dice que, cuando a tu entrenador en el último año de contrato sólo le renuevas por otro lo que le estás diciendo, sin demasiadas delicadezas además, es que la confianza va escaseando. El mensaje no se le escapó a nadie, ni en la franquicia ni en sus alrededores, especialmente los medios.

En las últimas semanas las filtraciones han sido constantes. Y la última es la más reveladora. Según un periodista de Indianapolis, Grigson y Jim Irsay – el propietario de los Colts – no están contentos con el estilo relajado y “amistoso” de Pagano, y piensan que como consecuencia del mismo al equipo le ha faltado tensión y concentración en momentos clave. El más evidente, la final de conferencia de la pasada temporada frente a los Patriots.

Según los mismos rumores, los dos ejecutivos preferirían un entrenador con más carácter, de esos con mano de hierro, que más que confianza inspire temor entre los jugadores. Algo sorprendente porque si algo han tenido en común los entrenadores de Indianapolis en la última década – Tony Dungy, Jim Caldwell y Pagano – es que todos están en el extremo más opuesto posible al estilo autoritario y dictatorial de Bill Parcells, por ejemplo.

Como es habitual en estos casos, además, parece existir una pelea constante entre Grigson y Pagano sobre quién debería tener la última palabra para tomar decisiones sobre los jugadores y la plantilla. De momento, ese poder lo tiene Grigson, aunque es cierto que no siempre lo ha usado para bien (y el caso más evidente es Trent Richardson), lo que habría generado las quejas de Pagano.

Al final, todo dependerá de los resultados. Pero el nivel de exigencia para Pagano es elevadísimo. Cualquier cosa que no sea un nuevo título de la AFC Sur y una buena actuación en los playoffs podría significar el final de su aventura en Indianapolis. Incluso si sus resultados hasta ahora han sido inmaculados. Un nuevo caso Harbaugh, pero esta vez en lo más profundo del Midwest.