El 'Deflategate' puede ser la tumba de Roger Goodell
El juez de distrito ha dictado sentencia. Roger Goodell se sobrepasó cuando castigó a Tom Brady con cuatro partidos por el caso de los balones desinflados en el Patriots-Colts de los pasados playoffs. En su decisión, el juez criticó a la NFL, insistió en la falta de pruebas contra Tom Brady, subrayó con especial insistencia que la liga se comportó de manera torticera al no ofrecer ni argumentos ni accesibilidad sobre el proceso a la defensa, y se preguntó bajo qué criterios el comisionado Roger Goodell se había inclinado por una suspensión de cuatro partidos y no por una sanción diferente. Además, el juez advirtió a la NFL de que tenía autoridad para revocar el castigo.
Que nadie lo dude, Goodell apelará la decisión salvo que los propietarios se lo prohíban. Y lo hará porque esta sentencia crea un precedente peligrosísimo para la NFL, porque deja en entredicho todo su protocolo sancionador y la autoridad del comisionado.
El asunto del ‘Deflategate’ hace muchos meses que dejó de ser una sanción por unos balones deshinchados, y desde que cayó en manos del juez Berman, se convirtió en un caso de competencias. Y no hay que olvidar que la NFL intentó llevarse el partido a su terreno adelantándose a la demanda de Brady para conseguir que el caso se juzgara en Manhattan en vez de en Minneapolis. Según iba avanzando el juicio las sensaciones eran que el juez se inclinaría por anular la sanción, pero la falta de acuerdo entre las dos partes y la fuerza de la NFL como institución, añadían incertidumbre al fallo.
En los últimos meses ha habido un debate entre aficionados, a favor o en contra de que la NFL sancionara a Brady y los Patriots, cuyo argumento fundamental se ha apoyado en suposiciones más o menos sólidas, un informe Wells que hizo famosa la expresión “más probable que no” refiriéndose a la implicación a Tom Brady en el desinflado de balones, y la sensación de que Goodell tomaba decisiones más parecidas a las que tomaban los emperadores romanos subiendo o bajando el pulgar para contentar a la mayoría de la plebe, que a criterios objetivos y de forma proporcionada a la falta.
El caso Defaltegate debió quedar resuelto en una semana como mucho, y con una sanción administrativa. Por razones inexplicables, y que quizá nunca conozcamos, el comisionado decidió convertirlo primero en una guerra entre él y los Patriots, el club más poderoso en la actualidad, y después entre él y Tom Brady, el jugador más mediático del siglo XXI y la gran estrella de la NFL. La consecuencia final es que una apuesta tan fuerte le ha salido mal.
Tras la firma del último convenio entre jugadores y NFL, Roger Goodell consiguió convertirse en una especie de dictador con poderes sancionadores absolutos que no podían ser cuestionados. Así está escrito y firmado. Al principio se centró en los castigos por ‘conducta personal impropia’ cuyo primer caso fue el protagonizado por Ben Roethlisberger en 2010. Desde entonces, Goodell, en aras de la imagen de la NFL, ha sancionado con dureza y profusión conductas personales de los jugadores que no tenían nada que ver con la actividad deportiva, sino solo personal, pero en los últimos tiempos los casos Ray Rice y Adrian Peterson también terminaron en los tribunales ordinarios y con sentencias contrarias a la NFL y que daban la razón a los jugadores.
El caso Deflategate ha sido el primero en el que el comisionado se ha encargado personalmente de un asunto meramente deportivo. Y como suele suceder cada vez que Goodell acomete un asunto, centró sobre él todos los focos y los criterios deportivos pasaron a la historia. El problema del Deflategate no ha sido la dureza de la sanción a Brady y a los Patriots, sino la falta de un criterio, de un código objetivo en el que basarse para dicha sanción. El mismo Goodell dijo tras anunciar la sanción que había mantenido una larga reunión, hasta altas horas de la noche, en la que se había tomado decisiones costosas. Si la NFL tuviera un reglamento claro, esa reunión habría durado mucho menos y no habría hecho falta darle tantas vueltas. Es más, los Patriots no habrían recibido la sanción más grave sufrida por un equipo de la NFL en su historia, por un asunto en el que según el informe Wells, encargado por la propia NFL, no tenían ninguna implicación.
En conclusión, ya pueden darse prisa Roger Goodell y la NFL en confeccionar ese código de sanciones, o hacerlo público si existe, porque a partir de ahora, cada vez que un jugador no esté de acuerdo con la sanción recibida, acudirá a los tribunales argumentando que su castigo ha sido una ocurrencia de Goodell.
Roger Goodell, el comisionado de la NFL, ha hecho un ridículo que tal vez debería costarle el puesto, que ha minado grave y definitivamente su autoridad y que hace temblar su prepotencia en la NFL.
Está acabado.