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AS COLOR

Locche: el artista del engaño

Mientras unos pasan a la historia por su potencia, unos pocos lo consiguen por su habilidad. Como ‘El Intocable’ Nicolino Locche.

Locche: el artista del engaño

Querían tocarlo, pero no podían”. La publicidad de TyC Sports presentaba a Nicolino Locche (2-9-1939, Tunuyán, Mendoza) como una sombra que escapaba de los abrazos de los aficionados. En el boxeo, un deporte repleto de apodos que dan miedo, de linces, tigres, cobras, killers, bombarderos… que a alguien le apoden El Intocable habla por sí solo. Dice, sobre todo, que ese alguien era especial, diferente, único, extraño, hipnótico, magnético. Ese era Nicolino Locche, el argentino que se proclamó campeón mundial del superligero frente a Paul Fuji, en Tokio, en 1968, y que llegó a estar siete años invicto. Su físico no decía nada. De guapo tenía poco. Su estampa en las fotos en blanco y negro era la de un campeón antiguo, tipo Jake LaMotta. Pero su atractivo era otro. Si para muchos el boxeo se trata de pegar, de conectar más y más golpes, unos pocos lo han entendido a lo largo de la historia como el camino de no ser golpeado, de evitarlos, de la finta y el engaño. De la pillería. Y en eso Locche fue el gran maestro. Disputó la friolera de 136 combates como profesional y de ellos ganó 117 (sólo 14 por KO, sus puños no tenían dinamita), perdió nada más que cuatro y en otros 14 los jueces dictaminaron nulo. Eso con el poder de la finta, de la cintura. “Le querían pegar, y caían solos. Ponía la cara y no pasaba nada”, sigue el vídeo-tributo de TyC Spor ts. Así era. Así se ve en los vídeos. Locche no era nada or todoxo. Como su compatriota Sergio Maravilla Mar tínez en la actualidad, él se presentaba en el ring con las manos bajas. Su guardia y su boxeo estaban en las piernas y en la cintura. Se basaba en danzar para no ser alcanzado. En las innumerables portadas que le dedicó ‘El Gráfico’, la Biblia del deporte argentino, aparece agazapado, con las piernas flexionadas, mirando hacia arriba para fintar los golpes que le lanzaban. Una tortura desesperante para el rival, que perseguía una sombra que no se dejaba pegar. Que veía cómo acababa los combates con los brazos en alto y el rostro casi siempre intacto. En Argentina, Locche es leyenda. Rastreando por internet se ofrece ahora una entrada del Luna Park con su autógrafo por 180 dólares, cuando han pasado ya siete años de su muerte. En ese mítico recinto, el campeón realizó cinco defensas seguidas y exitosas de su cinturón mundial, todas ganadas a los puntos, hasta que en marzo de 1972 lo acabara perdiendo fuera de casa, frente a Alfonso ‘Peppermint’ Frazer, en Panamá. Entre tanto, boxeó con dos españoles.

Domingo Barrera Corpas, el ciclón tinerfeño, fue quizá quien más cerca estuvo de cazar a la sombra. Locche acabó con el brazo izquierdo lastimado y un fuerte corte sobre su ojo derecho por el ímpetu de Barrera Corpas, que llegó al final de los 15 asaltos para acabar perdiendo por decisión dividida. Ese día, el exaltado Luna Park calló por momentos. Tony Ortiz también viajó hasta Buenos Aires persiguiendo al fantasma, pero tampoco consiguió humanizarlo. Perdió a los puntos. “Es un tipo simple, sin una pizca de técnica”, le derrotó ya con las palabras Locche, que, fiel a la leyenda de indomable, huyó de la vida clásica del deportista. Vuelta al anuncio de TyC Sports, que le retrató en pocos segundos: “Dicen que no se entrenaba y que vivía de noche”. Era arrogante. Durante los combates, se permitía interactuar con el público, hacer gestos hacia su rival, mostrarle el rostro delante de sus puños sin forma de que lo alcanzaran. El público disfrutaba con él y por eso le incorporó enseguida al panteón de ídolos nacionales. A los 13 años, El Intocable Nicolino se puso ya un cigarro entre los labios y hasta los 37 que se retiró se decía que, antes de salir al ring, se dedicaba a pegarle unas caladas como los toreros en el portón del miedo. Y no soltó el cigarro hasta que con 66 se lo llevó por delante una insuficiencia respiratoria. Quizá esa del humo sea una buena metáfora para definir su boxeo. Ligero e inapresable, escapaba a sus rivales. Intocable. Único. Diferente.