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EL DIARIO DE DANI SÁNCHEZ

Día 1. Madrid-Katmandú: un cambio de mundo en 24 horas

El redactor y fotógrafo de AS, Dani Sánchez, acompaña a la expedición Diabéticos en el Everest 2014 al campo base (5.350 metros) del ochomil.

La expedición de Diabéticos en el Everest 2014.
DANI SANCHEZ

Apuramos los últimos minutos de teléfono en Barajas. Llamadas a los hijos, besos a las novias. Laura se despide entre lágrimas de sus padres y de su amiga Nazaret, que llora más que todo el resto del aeropuerto junto. Ángel e Ivan sólo se conocen de hace unas horas pero ya tienen más aventuras juntos que una pandilla de barrio. Josu cuenta ante las miradas de todos cuando cruzo el cabo de Hornos, mientras las carcajadas de Jose Ramón no dejan escuchar los avisos de embarque. Vanesa lleva a sus tres niños en la camiseta. Y en las fotos. Y en el móvil. Habrá que revisar su equipaje. Y entre tantas nuevas conversaciones subimos al avión sin darnos tiempo a los miedosos de tener nuestro ratito de miedo en el despegue.

En Estambul nos mezclamos entre la gente. El alboroto es tremendo y a veces parecemos mochileros en busca de aventuras y otras inmigrantes de regreso a casa. Mirando el panel de salidas del aeropuerto de Atatürk imaginamos mundos lejanos. Maletas que corren hacia Islamabad, carritos de niño rumbo a Astana, colas hacia Teherán. Notamos que este aeropuerto está la verdadera frontera entre dos mundos. Del que venimos y hacia el que vamos.

Y nos embarcamos rumbo a Katmandú. Continúan las historias entre nosotros. Hablamos de nuestras vidas, de nuestro trabajo, de nuestros sueños. Algunos aprovechamos que nadie sabe nada del otro y nos inventamos casi todo. Contamos que somos marineros o cantantes de boleros. Todo vale porque nos estamos conociendo. Es buen momento para adornarnos. E intentamos dormir en este largo vuelo. Antifaz, tapones, mantas, calcetines… el avión se convierte en un pequeño camping donde cada uno se busca la vida. Abro un ojo y son las 4 de la mañana. O las 12 de la noche. No lo tengo claro. Miro la pantalla y veo que sobrevolamos Kabul. Ahí es nada.

Y así amanece. Nos volcamos sobre las ventanillas izquierdas porque las montañas comienzan a aparecer. Cada vez más grandes. Cada vez más blancas. Cada vez más cerca. Y corremos para pasar los primeros el control de visados. Y lo pasamos los últimos. Primera clase nepalí. Sonrisa y tranquilidad. Nos reciben con collares de caléndulas naranjas y nos metemos en la selva de Katmandú. Un policía intenta organizar una rotonda donde se cruzan escolares con sus libros, motos llenas de gente, vacas, taxis, camiones, jóvenes en bicicleta y algún despistado turista jugándose el pellejo. No hay duda. Esto debe ser Nepal.