As Color
Rebeldes
Desde jugadores que retan al club o desafían entrenadores, hasta futbolistas que han hecho historia al atreverse a rebelarse contra dictaduras y guerras. Diferentes e inconformistas. Insurrectos del fútbol. Personalidades indómitas que rompen con lo establecido. AS Color se preguntaba en 1971 si Max Merkel, entonces entrenador del Atlético de Madrid, estaba detrás de los repentinos cortes de melena de los jugadores Cabrero y Becerra.
Diferentes e inconformistas. Insurrectos del fútbol. PERSONALIDADES INDÓMITAS QUE ROMPEN LO ESTABLECIDO AS Color se preguntaba en 1971 si Max Merkel, entonces entrenador del Atlético de Madrid, estaba detrás de los repentinos cortes de melena de los jugadores Cabrero y Becerra.
Para el poeta turco Nazim Hikmet el espíritu de rebeldía es “aquel que busca la felicidad en esta vida”. Circunscribiéndolo al fútbol, el carácter indómito de alguno de sus protagonistas ha aparecido vestido de diferentes trajes, en equipos de todos los niveles y adherido a múltiples situaciones diversas. En definitiva, la historia de este deporte también ha sido escrita con los renglones torcidos de sus jugadores más rebeldes.
La escena más conocida de rebeldía en el fútbol, y quizá la menos interesante por habitual cada verano, es la de aquellos jugadores que, para forzar un traspaso a otro equipo, toman la decisión de dejar de entrenarse y saltarse la disciplina de su club: Karembeu, Modric, Agüero, Makelele, Robinho, Ronaldo, Tévez… han repetido una estrategia que suele acabar de manera favorable para los intereses de los futbolistas.
En otras ocasiones, se suele calificar de rebelde la conducta de aquellos futbolistas que llevan una vida ociosa, disoluta y díscola, que atraen constantemente para sí el foco de la polémica. Romario aseguraba que rendía mejor los días que trasnochaba. También son habituales los escándalos de jugadores que son pillados con amantes o prostitutas (a Rooney le ocurrió incluso estando su mujer embarazada). Chilavert fue noticia tanto por sus goles de falta como por sus acciones antideportivas, en las que llegaba a escupir a sus rivales. Roberto Carlos fue una de sus víctimas. Futbolistas que se inmiscuyen en peleas fuera de la cancha como el valencianista Miguel, o que caen En ‘Rebeldes del fútbol’, Cantona cuenta la historia de cinco jugadores enfrentados a regímenes autoritarios en las garras del alcohol (Adriano). Muy sonadas fueron las fiestas de jugadores como Ronaldo, Ronaldinho o Benjamín mientras que en Cádiz nunca olvidarán a Mágico González, capaz de llegar tarde a un partido ante el Barcelona, salir con 0-3 perdiendo y liderar la remontada gaditana al calor del Carranza. “No me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera, no sería yo. Juego por divertirme”. Mágico en estado puro.
El lugar más alto del pódium en la actualidad lo ocupa, sin lugar a dudas, Mario Balotelli. El delantero italiano se ha visto envuelto en polémicas por fumar, por acumular enormes cantidades de multas de tráfico (aseguran que la grúa se ha llevado su coche alrededor de 30 veces), por ser cazado en clubes de streaptease o en cárceles de mujeres, por pelearse, porcomprar los artículos más extravagantes, por reconocerse hincha del Milán jugando en el Inter, por posar junto a la Mafia en Nápoles, por provocar un incendio en su casa jugando con fuegos artificiales y por decir que el único jugador mejor que él es “Messi, y por muy poco”.
Para la mayoría de los futbolistas defender la camiseta de su selección nacional es uno de los objetivos primordiales a perseguir en su trayectoria. Pero hay quien llega a rebelarse hasta el punto de negarse a acudir a ella. Lo hizo Fernando Redondo. Daniel Pasarella intentó dar un golpe de autoridad en su selección obligando a todos los futbolistas de pelo largo a cortarse la melena para poder jugar con la albiceleste. Algunos como Batistuta u Ortega accedieron, pero el jugador del Real Madrid se negó. “El pelo es parte de mi personalidad”, alegó. Hasta Maradona calificó aquello de enorme “estupidez”.
Pero sin ningún género de duda, la rebeldía más loable es la de aquellos jugadores que han canalizado su carácter insurrecto para, aprovechándose del enorme poder de atracción que genera el fútbol, luchar contra las injusticias. Rebeldes con causa. Futbolistas más o menos conocidos en el planeta se elevaron en portavoces de una sociedad que quería luchar contra las dictaduras y las guerras que la asolaban.
El paradigma de este tipo de deportista lo representa Eric Cantona. Rebelde referente dentro y fuera del terreno de juego, siempre contra el sistema establecido, ha sabido entender perfectamente la fuerza social de su deporte. Recientemente culminó el proyecto de reflejar en un documental las historias de cinco futbolistas que se levantaron contra la situación de su país. En ‘Rebeldes del fútbol’, el exjugador del United nos relata la historia de Rachid Mekloufi, Carlos Caszley, Predrag Pasic, Sócrates y Didier Drogba. Futbolistas diferentes. Jugadores inconformistas.
Sobrecogedoras fueron las consecuencias de la valentía del chileno Carlos Humberto Caszely, en el olimpo de los aficionados de Colo Colo y opositor al régimen de Pinochet. Su activismo le costó, entre otras muchas cosas, la detención y posterior tortura de su madre, el linchamiento de la prensa de su país o problemas para ser convocado por su selección. Por su cabeza flotaba el siguiente pensamiento: “No quiero guerra. Quiero paz. No quiero armas, quiero compartir. No quiero nada malo, quiero el bien”. Esa idea fue la que le llevó a retirar la mano y el saludo al dictador chileno en un acto de despedida, antes de viajar hacia el Mundial del 74. Fue el único seleccionado que se atrevió a hacerlo. El fútbol y la vida siempre fueron de la mano para El Chino, que también jugó en el Levante y el Espanyol y que veía al mundo como un balón, “capaz de generar alegrías y tristezas”.
Incluso, medios chilenos apuntan que el Real Madrid desechó su fichaje por su forma de pensar y actuar. Ni sus 39 goles en Francia, ni los 100 que convirtió en la Premier League, ni siquiera los más de 50 que, de momento, ha conseguido marcar para su selección nacional. Tampoco la Champions League que al final conquistó la pasada primavera. De lo que más orgulloso se siente Drogba es de su contribución para mejorar la realidad de Costa de Marfil. Conocedor desde muy pequeño de las guerras civiles que devastaban su país, luchó para mitigarlas desde su privilegiada posición de estrella del fútbol. No dudó a la hora de entrevistarse con el primer ministro marfileño y liderar la reconciliación entre las partes nacionales enfrentadas en el conflicto.
El exjugador del Chelsea fue capaz de, en el momento de mayor euforia cuando su vestuario celebraba la clasificación para el Mundial del 2006, coger el micrófono y, a través de la televisión, dirigirse de este modo a su país: “Ciudadanos de Costa de Marfil, os pedimos de rodillas que os perdonéis unos a otros. Un gran país como el nuestro no puede rendirse al caos. Dejad vuestras armas y organizad unas elecciones libres”. Su país llevaba entonces tres años de guerra civil. Meses más tarde, por iniciativa de Drogba, se jugó un partido en el territorio insurgente de Bouaké. Ministros y líderes rebeldes cantaron juntos el himno nacional. Ese gesto de paz y unificación no ha sido igualado aún por ningún político del país.
Al entrenador de Argelia en el Mundial del 82, Rachid Mekloufi, se le reconoce como parte activa y muy implicada en el proceso de independencia de su país frente a Francia. Por su par te, Predrag Pasic, exjugador del FK Sarajevo, persiguió con ahínco también minimizar los problemas de la extinta Yugoslavia. Se negó a abandonar el país, y mientras las balas sobrevolaban su ciudad, él se dedicaba a entrenar a niños, a enseñarle los secretos del deporte que ama.
Un firme defensor de la democracia es lo que siempre se consideró Sócrates. Jugador venerado del Corinthians, ideó la ocurrencia de jugar con brazaletes amarillos para identificarse así con el movimiento opositor a la dictadura de su país. ‘El Doctor’, conocido por su melena, su barba y su excelente técnica con el balón; siempre se mostró sensible con los problemas sociales de Brasil.
Tal era el compromiso de Sócrates y el Corinthians con una sociedad más justa, que rompieron una sequía de 20 años ganando un título al que llegaron tras tomar todas las decisiones durante la temporada de manera colectiva. Todas las personas tenían derecho a voto. La conocida como democracia corinthiana, que Sócrates promovió, puso su enorme grano de arena para el fin de la dictadura en Brasil.
También se ha calificado de rebeldes a aquellos jugadores que, al contrario de la gran mayoría de sus compañeros, muestran sin reparo su ideología política. El exmadridista alemán Paul Breitner era un jugador maoísta que acostumbraba a leer al exrevolucionario chino o al Che Guevara. El jugador de melena afro sorprendió a todos cuando fichó por el Madrid. Un futbolista maoísta llegaba a la España de Franco. Entre otros actos, Breitner donó medio millón de pesetas a unos obreros metalúrgicos en huelga.
En Italia hay casos de futbolistas de todos los extremos. En la obrera ciudad de Livorno se idolatra al exfutbolista del Valencia Cristiano Lucarelli, quien perdonó millonarias ofertas para poder regresar al equipo de su corazón. Referente de la izquierda futbolera del país, ha celebrado goles con la camiseta del Che Guevara o con el puño izquierdo en alto. En la otra acera está Di Canio, que representa al sector más a la derecha de Italia. Venerado entre la afición capitalina del Lazio, festejó algunos de sus tantos realizando el saludo fascista.
En Tuquía es recordado Metin Kur t por fundar la Unión Revolucionaria de Trabajadores deportivos y en Austria jugó Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol, quien tuvo los arrestos para enfrentarse al régimen de Hitler en la década de los 30. Este delantero, tras la anexión austríaca por parte de Alemania, se negó a dejarse ganar por los germanos en una especie de partido de bienvenida entre ambos países. Sindelar marcó el 1-0 y, cuando su compañero Karl Sesta hizo el segundo, ambos lo festejaron bailando ante las incrédulas caras de las autoridades nazis.
Jamás se planteó jugar para Alemania y verse obligado a realizar el saludo nazi antes de los partidos. “Me sentía un futbolista diferente” aseguró en una de sus últimas declaraciones antes de fallecer Pahíño, un gran amigo de Di Stéfano. El exjugador de Celta, Real Madrid y Deportivo fue un quebradero de cabeza para los jugadores rivales y para el franquismo. Máximos goleador del campeonato liguero en dos ocasiones, Pahíño fue apartado en alguna ocasión por negarse a firmar algún contrato. A Bernabéu le rechazó su oferta de renovación de 275.000 pesetas, aunque le complació su deseo de no fichar por el Atlético. La prensa de la época le tildaba de ‘futbolista rojo’ por leer a Tolstoi y Dostoievski. Sin embargo, entre sus libros había tanto manuales marxistas como obras de Hemingway o Ramón Cabanillas. Y también se le cerraron puertas: “Ser de izquierdas me impidió ir al Mundial del 50”, se lamentaba poco antes de morir.
El fútbol también fue capaz de ganarse un espacio en Mayo del 68. Un grupo de jugadores amateurs ‘asaltó’ la Federación de Fútbol Francesa para colgar una pancarta: “El fútbol para los futbolistas”. Reivindicaban mejoras Lucarelli y Di Canio han sido de los pocos futbolistas que han mostrado, sin rubor, su marcada ideología política para los exiguos derechos que entonces tenían los profesionales del fútbol. Fue la continuación de un camino que habían abierto antes jugadores de la talla de Just Fontaine o el exmadridista Raymond Kopa, quien escribió un artículo llamado ‘los jugadores son esclavos’. Pese a estar en la cima del fútbol, exigían mejores condiciones para los jugadores de base. Años más tarde, en 2007, Platini, recién nombrado presidente de la UEFA, escogió un lema para su primer discurso: “El fútbol, para los futbolistas”.
Eric Cantona fue capaz de abarcar casi todas las vertientes de la rebeldía dentro y fuera del fútbol. Sobre el césped dejó una de las imágenes más espectaculares que se recuerdan, cuando, tras ser expulsado en un partido de la Premier, respondió al insulto de un hincha del Crystal Palace con una acrobática patada directa al pecho del aficionado. 120 horas de trabajos comunitarios y ocho meses de sanción fueron sus castigos. “Para mucha gente patear a este tipo de hooligans es todo un sueño. Así que lo hice por ellos, para que se sintieran felices”, comentó Cantona años después.
La estrella francesa forjó su carácter en su barrio de Marsella, conviviendo con la gran cantidad de culturas que habitan en esa ciudad gala. Allí conoció las desigualdades sociales, el racismo, la exclusión de los más desfavorecidos. Tras ser sancionado en el modesto Nimes por dar un balonazo en la tripa a un árbitro, interrumpió su carrera enfadado, lleno de rabia. Para entonces, ya había dejado enfrentamientos con la grada, con los entrenadores, con compañeros, entradas descomunales y actos en los que se quitaba la camiseta del equipo que defendía. Por suerte, el Leeds lo recuperó un tiempo después tras volcarse Platini en su regreso. En una inexplicable decisión, el Liverpool rechazó su contratación. Llegó a ser leyenda en el United.
Un futbolista sin igual, sucesor de Best (otro gran rebelde, protagonista del AS Color número 22) que se reflejó en la película ‘Buscando a Eric’, en la que se interpreta a sí mismo. Ha compaginado esa faceta de actor con el lanzamiento de idílicas proposiciones, como aquella en la que buscaba hundir el sistema bancario de Francia alentando a todos los franceses a que retirasen su dinero el mismo día y colapsaran el sistema. Actualmente, está algo alejado del United. Lógico, si tenemos en cuenta que apoya la corriente contra los Glazer, actuales dueños del United.
Oscar Wilde dijo que “ante el sentimiento del deber enmudecen las más rebeldes pasiones”. Por suerte, el fútbol es un poco más divertido, no siempre así. Y un estudioso del fútbol, como el Loco Bielsa, sabe perfectamente donde trazar la raya divisoria: “Entiendo la rebeldía del que no juega. Lo que no perdono es al que deja de luchar”. En el fútbol y en la vida los rebeldes han colaborado para escribir la historia. Algunos, incluso, han llegado a cambiarla.