KiteSurf | Gisela Pulido
"No me gusta que la gente piense que esto es fácil"
Gisela Pulido es la estrella de un deporte impactante: el kitesurf. Tiene 19 años y en freestyle ha ganado nueve Mundiales. El primero lo conquistó con 10 años.
En un mundo de campeones precoces, Gisela Pulido tiene el récord, Guinness, que es como la prueba del algodón: no engaña. En su habitación de Tarifa cuelga el diploma que le acredita como la Campeona del Mundo más joven de la historia en una categoría absoluta. Se lo dieron por ganar el Mundial de Kitesurf Freestyle ¡con 10 años!
Ayer se pasó por AS para celebrar su noveno título (tiene un décimo de olas, pero al que ella misma no da valor por haberse desarrollado sólo en tres pruebas), logrado la pasada semana en Hikou (China). Ya luciendo 19 añitos pero con la misma cara de sorpresa que cuando era niña. Y más orgullo: "No me gusta que la gente piense que esto es fácil. Lo malo de ganar tantas veces es que corres el riesgo de que no se le dé valor".
Llorera. "No me canso. El kite es lo que me gusta, mi pasión y lo que me hace feliz. El año pasado perdí el Mundial en las dos últimas pruebas y lloré mucho, pero eso no es malo. No merecía ganar en ese momento y me dio energía para mejorar y aprender nuevas maniobras", cuenta la rider de Premià de Mar. Antes de comenzar las siete pruebas del circuito profesional PKRA se fue a Orlando a entrenarse con Ryan Jones y Mike Ferraro, expertos en wakeboard (el cable tira más que la cometa), y le sirvió: a falta de la prueba de Argentina ya no la superarán en la clasificación ni la polaca Carolina Winkowska ni la brasileña Bruna Kalija.
Para llegar arriba tuvo que dar mucho la vara a su padre, Juan Manuel. Tanto, que se jugaron el futuro de la familia. "Él fue de los pioneros en España en practicar kite, windsurf o snowboard. Y me enseñaba de todo menos kite, porque lo consideraba peligroso. El día que se decidió a dejarme, me compró el mejor mosquetón (une el arnés con la cometa) que había. Se gastó una pasta. Pero hasta los seis años sólo volé cometas en la arena. Con ocho, entré en el mar. A los diez, fui a Francia a una prueba del Mundial y la gané. Mi padre me había dicho: 'Si lo haces bien, te llevo a la siguiente'. De una en una llegamos a la última de Nueva Caledonia (al este de Australia) y me proclamé campeona".
"Mi padre lo pagaba de su bolsillo", recuerda. Tanto apostaron, que vendió el negocio familiar textil en Barcelona, dejaron allí a su madre y ellos dos se trasladaron al reino del viento, a Tarifa. Menos de una década después, Gisela tiene allí su propia casa, su propia tienda y su propia escuela, que quiere extender por otras partes del mundo. Todo, a base de trucos, talento y trabajo.
Sin su padre. "Este es el primer año que he viajado sola, y se hace más difícil porque en algunos momentos viene bien la ayuda de un padre. Pero me dijo que ya había soportado demasiada presión. Además, es muy caro y aquí no hay dinero para que te acompañe también un fisioterapeuta o un preparador físico", revela.
Cada victoria en una prueba del circuito le reporta 3.200 euros. Y la victoria final, un bonus. No es mucho cuando hay que pagarse largos viajes y concentraciones en Sudáfrica o Brasil, pero la imagen de Gigi, fresca dentro de un deporte joven, le puso pronto en la órbita de Red Bull y Movistar, sus patrocinadores más fieles. Y luego vinieron hasta cuatro más. Incluso, al principio, el Barça le ayudó económicamente y se pudo beneficiar de sus servicios médicos. "Me acaba de llegar una felicitación de Sandro Rosell y me ha hecho mucha ilusión", revela la regatista, culé confesa.
Moto GP. "Pero yo no compito por el dinero, sino por la pasión y las ganas de ser número uno". Como la de Marc Márquez o Jorge Lorenzo, a los que admira. "Los pilotos son los deportistas con los que más me identifico, pero no monto en moto ¡me parece peligroso!", dice alguien que ha llegado a elevarse 17 metros sobre las olas.
Se da pocos caprichos. "Cuando gané el título en Fuerteventura, me compré unas gafas. Ahora, un McBook finito, para que la espalda no sufra cargando tanto peso en la mochila en los viajes", cuenta.
Así es la vida de Gisela, de punta a punta del mundo. Tres horas de gimnasio por la mañana, trabajo cardiovascular y otras dos horas ensayando en el agua maniobras como dar dos giros de 360º completos en el aire en un mismo truco. "Eso es fácil, porque cuando estás arriba dispones de siete segundos", dice ante la incredulidad del auditorio. "Es que cuando vuelas te dejas llevar por la cometa. Son más complicados los que requieren un gran esfuerzo físico, como un gimnasta haciendo una pirueta".
Juegos. Los nueve Mundiales de Gisela tienen el reconocimiento de la ISAF, la Federación Internacional de Vela, pero su especialidad no es olímpica. Cuando se anunció que el kitesurf, en su modalidad de carreras, iba a entrar en el programa sustituyendo al windsurf, se abrió una ventana para la catalana (ya casi con acento de Cádiz). Pero tras una gran polémica, con esperpento de la Federación Española incluido (apoyó el cambio cuando Marina Alabau venía de ganar el oro en Londres), se dio marcha atrás.
"Ir a unos Juegos es el gran sueño que tengo. Me hubiera planteado preparar el race, porque con cuatro años por delante era posible ser competitiva", se lamenta. Pero también hubiera sido arriesgado: "Sería como pasar de un coche de rallys a un fórmula uno. No tiene nada que ver el hacer piruetas con la velocidad. En el race hacen falta piernas más fuertes y en el freestyle un mayor trabajo de abdominales y tronco". La dulce Gisela, sin Juegos a la vista, tendrá que seguir cabalgando sobre el viento. Y ganando Mundiales. ¿Para entrar otra vez en el Guinness?