La eterna ambición del Tigre

El 4 de diciembre de 2011 Tiger Woods volvía a teñir un trofeo de rojo. El Chevron World Challenge, torneo que patrocina su propia fundación y que no forma parte del calendario oficial de ningún circuito, fue el elegido para contemplar el resurgir de una figura que ha atemorizado a las leyendas del golf y sus récords desde que irrumpió como profesional hace más de 15 años. Tiger, inmerso en un particular infierno, venció con cierta autoridad y recuperó muchas sensaciones. Entre ellas, su tremenda capacidad para jugar al golf. Dos extraordinarios 'birdies' en los hoyos 17 y 18 le dieron un golpe de ventaja sobre Zach Johnson, pero también le sirvieron para pasar por encima de otros 16 golfistas, todos ellos situados entre los 50 mejores del mundo. Toda una declaración de intenciones para el año que asomaba; el año de su enésima redención: 2012.

Desde su victoria en el Chevron, el norteamericano se ha preparado a conciencia, como si no quisiera dejar escapar ninguna oportunidad. El 'Tigre' quiere competir, no sólo pasearse y jugar. Su calendario para este año y su puesta a punto lo demuestran. Desde hace tres años, cuando disputó en septiembre los obligatorios 'playoffs' de la FedEx Cup, Tiger no jugaba tres torneos en semanas consecutivas. Este año ha decidido hacerlo. Pero a principio de temporada, algo extraño, pues los golfistas tratan de llegar al verano con la mayor frescura posible. De esta forma, Tiger encadenará el Campeonato del Mundo Match Play, el Honda Classic y otra prueba del Campeonato del Mundo. Tras claudicar la semana pasada en los duelos a muerte, ahora entra en liza en el combate patrocinado por la multinacional japonesa, un torneo que ha adquirido muchísima reputación al estar situado entre dos citas correspondientes al campeonato del mundo.

Cinco torneos en un mes y medio

Tiger achacaba sus derrotas a una falta de ritmo competitivo. Ahora acumulará cinco torneos en apenas un mes y medio. Su maratoniano inicio de temporada empezó en el desértico lujo que ofrece Abu Dhabi. Tras dos meses parado, comenzó frío y calculador, siempre cerca de su codiciada presa: el liderato. Sin destacar demasiado; sin levantar sospechas de su gran estado de forma. Al terminar la tercera jornada dio el golpe y se puso líder. Todo parecía idílico. Primer torneo del año y Tiger, el perfecto contendiente dominguero, metería otro torneo en su sobrehabitado zurrón y volvería a la ansiada senda del triunfo. Pero algo fue mal y la densa arena que cubría el cielo del emirato nubló también la mente del estadounidense. Terminó tercero, pero extrañamente satisfecho. Se había visto bien, a pesar de haber fallado donde nunca suele errar. Sin descansar, puso sus ojos en Pebble Beach, su campo fetiche y sede de su siguiente actuación.

En California volvió a rondar el éxito. Impulsado por el pique con su archirival Phil Mickelson, Tiger llegaba a la última jornada del AT&T de Pebble Beach tercero, empatado con el zurdo y con el coreano Charlie Wi a tiro de 'wedge'. Un nuevo cortocircuito hundió a Woods (una vuelta final de +3, 11 golpes más que Mickelson, para terminar 15º), demasiado débil mentalmente, demasiado expuesto a la voracidad del circuito. Un corral descontrolado, sin dueño, sin una referencia clara sobre la que centrar todas las iras e impaciente por ver si Tiger, definitivamente, regresa. Ganas no le faltan; sin embargo, las excusas se le acaban.

Cañizares y Olazábal, representación española

El Honda Classic contará con la participación de Alejandro Cañizares y de José María Olazábal. Ambos vienen de disputar y pasar el corte del Mayakoba Golf Classic, aunque con sensaciones muy diferentes. Olazábal terminó 68º, acumulando demasiados 'bogeys' en su tarjeta, pero con la idea de competir a buen nivel incrustada en su cabeza. Por su parte, Cañizares completó un estupendo torneo y firmó una meritoria quinta posición, a tan sólo tres golpes del campeón, el estadounidense John Huh. Los dos buscan seguir escalando posiciones en el ranking mundial para tener acceso a los grandes torneos del año.