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Hovik Keuchkerian

"El boxeo me ayuda a ser mejor actor y persona"

Hovik Keuchkerian es boxeador (ex campeón de España del pesado), poeta (tres libros), cómico (Paramount Comedy), empresario (un gimnasio)... Y ahora, actor. Hovik es Sandro, el lugarteniente de Viriato en la serie de éxito 'Hispania', de Antena 3, con más de cuatro millones de audiencia.

"El boxeo me ayuda a ser mejor actor y persona"

Boxeador, poeta, cómico, empresario, actor Es usted un hombre del Renacimiento.

Me gusta... Un amigo me lo dice alguna vez: 'No me digas más, ahora vas a pintar una capilla'. Yo soy persona de ir viendo trenes que van pasando y a los que me apetece, me subo. A veces me ilusiono pronto y luego pierdo la chispa. Quizá por eso estoy abonado a hacer muchas cosas y, tal vez, ninguna perfecta. Pero disfruto más del camino que del objetivo.

¿Qué profesión pone en los formularios?

Suelo poner empresario, porque tengo un gimnasio desde hace 15 años. Hubo una época en la que ponía boxeador profesional, porque lo era y me enorgullecía serlo.

Escribir poesía o ser cómico rompe con la imagen del boxeador.

Las imágenes desde fuera suelen ser habitualmente falsas. Si piensas en la historia negra del boxeo, pues ahí te choca. Pero ni cuando boxeaba ni ahora me preocupa la idea que tenga la gente del boxeador tipo.

Al menos sí sirve para romper esa mala imagen.

Desde luego, pero también abres el camino a decir que soy una excepción. Yo he conocido a muchos boxeadores en mi vida, y algunos estaban como una cabra y otros eran directores de bancos, gente con cultura, con inquietudes... Yo respeto lo que opinan aquellos que saben de lo que opinan, pero si tú me vas a hablar del boxeo porque has visto Rocky o Homeboy, no me interesa tu opinión.

Muy habitual no es...

Es más habitual encontrarlo al revés. Marlon Brando y otros fueron boxeadores. Una explicación es que el boxeo es uno de los deportes del mundo donde más sentimientos hay que poner. Y cuando vas a interpretar un papel, tienes que saber lo que estás intentando trasmitir. El boxeo es un deporte muy puro, que ayuda para todo en la vida, te hace mejor persona y, en este caso, mejor actor.

¿Cómo llega a ser Sandro?

Tuve la fortuna de que cuando entré en Paramount, salía uno de los ahora guionistas de Hispania, Nacho López. Él le habló de mí al productor ejecutivo, Ramón Campos, que se metió en Youtube, vio mi vídeo de Cocretas y le gustó. Buscaban a alguien físicamente grande, con rasgos toscos, pero que pudiera dar registros de ternura, nobleza, amistad... Superé el casting, pero como era una apuesta arriesgada, un protagonista para una serie en prime time, me pusieron una coach, Raquel.

¿Qué le costó más?

Me metí en un mundo que no conocía, pero soy bastante inconsciente en general a la hora de abordar proyectos y confío mucho en mí. Pero haber hecho 150 bolos en un año como cómico te da muchas tablas. No sólo es interpretar, sino ver cómo va reaccionando la gente.

¿Alguna vez le ocurrió que el público no se riera?

Eso le ha ocurrido a todos los cómicos, y el que diga que no, miente. En el rodaje de Hispania, el miedo a la hora de actuar es otro, porque sabes que lo que hagas, va a quedar. El día que se estrenó la serie, me di cuenta de eso. Me dije: 'Hay cinco millones de españoles viendo mi trabajo y tengo que hacerlo bien por ellos'.

¿Qué tiene Sandro de Hovik y al revés?

Tienen mucho en común. Hay cosas que me son ajenas, porque no tengo hijos ni estoy casado. Pero Sandro sí es un tío noble, cabezota, con una inteligencia emocional, que percibe el peligro y dice: 'Viriato, mucho ojo...'. Es un tío leal, trabajador, comedor y bebedor, que disfruta de su gente. Un tío que, como yo, básicamente vive. Lo que está bien para él, para él es puro. En el primer capítulo, en Sandro identificabas mucho a Hovik, pero a partir del tercero ya no queda rastro, salvo algún gesto que sólo detectan mi madre y mi gente más próxima.

¿Dará el salto al cine?

Como ya dije, soy persona de disfrutar del camino. Si tengo que hacer una película, la haré. Lo único que me ha acompañado en la vida es la inquietud. Otras veces me llamaron para hacer castings, porque no hay muchos grandotes que interpreten un poco, y los rechacé. Pero Hispania es diferente, porque yo soy un flipado de Robin Hood, de Gladiator, de Braveheart... Me dijeron que tenía que interpretar a una especie de Goliat y me dije: 'Pues me desabrocho'.

Ahora que es más popular, ¿qué le dice su gente?

Mi gente está curada de espanto. Al dueño del restaurante donde voy le comento: 'Voy a hacer una serie'. Y él me responde: 'Vale, ¿quieres un café?'. Les tengo ya acostumbrados.

Cuando boxeaba ya era usted también su propio representante, su promotor Todo.

Sí. Llegó un momento en el que estaba tan quemado que decidí buscarme la vida. Viajé a Estados Unidos, Alemania, Inglaterra... Luego fui dos veces campeón de España, con muchos dolores de cabeza, me costó 12 millones de pesetas de mi bolsillo... Hasta que llegó el momento de decir: se acabó.

¿Qué le quemó?

Al principio peleaba una vez cada ocho meses, tengo aún secuelas de haber estado seis años pegando a un saco porque no tenía gente con la que pelear. Hice cinco peleas de kickboxing y siete de boxeo hasta que me noquearon. Yo salía a un concierto de violín sin haber tocado antes el violín, pero como me creía Ali y donde metía la mano hacía un agujero, salía convencido. Hasta que me puse delante de uno que se comió los golpes, y luego dijo: 'Espera, que ahora voy yo'. Y me quitó hasta las uñas de los pies. Ahí decidí cambiar.

Hasta convertirse en campeón de España del pesado 22 años después del último.

Ahí sí empezaba a sentirme boxeador. Habían pasado dos años y medio, había pateado mundo, me había pegado con gente... Fui dos veces campeón de España, pero me quedé sin el sueño de hacer el título europeo. Un día estaba corriendo por el parque, me paré y dije: 'Llevo dos años sin reírme'. Y lo dejé. Y que conste que soy un enamorado del boxeo. Nunca pensé que sería actor, que tendría un monólogo de los más vistos en Youtube, que publicaría libros... Sí soñé con ser campeón de Europa, eso sí lo soñé, pero no lo pude conseguir.

Pero el boxeo le dejó unos valores para pelear en la vida.

Esa es la metáfora. El boxeo me ha dado todo, es lo que más me ha enseñado, me ha servido para la vida... No tiene nada que ver la presión de un vestuario antes de un combate que antes de un monólogo. Y encima, ahora me pagan.