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Los beneficios mundialistas en tiempos de depresión

Cuando en plena depresión económica, y en muchos casos también anímica, se habla de presupuestos de 14 o 25 millones de euros, a más de uno le puede parecer una osadía organizar unos Campeonatos del Mundo de natación o balonmano. Fernando Carpena y Juan de Dios Román no rehúyen esta cuestión. "El objetivo es que no cueste nada", argumentan ambos. Aunque luego explican que esos gastos recaerán, principalmente, en ayuntamientos, comunidades y diputaciones. Es decir, que sí que cuestan. Por eso, ahora convendría que fueran éstos los que explicaran a sus ciudadanos los beneficios de traer los Mundiales. El director general del CSD, Albert Soler, ya nos dio algunas claves, como "la actividad económica" que se generará en las ciudades o "la campaña de publicidad" que supone ser el foco mundial durante una quincena de días. Y que conste que este planteamiento viene de alguien con experiencia en gestión municipal. Insisto en que es bueno explicar esto, porque lo que se pretende con la organización de unos Mundiales es promocionar ese deporte y ese país, y crear ilusión... Lo que Carpena define como "una llamita en un momento triste". Conviene que la sociedad también lo entienda así, como algo beneficioso.

Crisis al margen, está claro que estos Mundiales deberían relanzar el balonmano, que cede terreno ante deportes más pujantes, y la natación, que ofrece indicios de emersión. Además, la cita de Barcelona quizá provoque que Gemma Mengual aplace un año su retirada para despedirse en casa, el lugar donde ganó sus primeras tres medallas mundialistas de las 18 totales. Sólo por eso, ya merecerá la pena.