Rugby | Primera jornada del Seis Naciones
Gladiadores en La Catedral
Inglaterra ganó a Gales en el centenario de Twickenham
La Catedral cumplía 100 años e Inglaterra quiso honrar a Twickenham vistiendo como aquel 15 de enero de 1910. Camiseta blanca impoluta, sin publicidad, y la rosa abrochada al corazón de cada inglés. Gales, derrotada aquel lejano día, resurgía enfrente.
Los ingleses, acordes a su indumentaria, propusieron un rugby a la vieja usanza, con 15 delanteros, ese en el que posa uno, pero ensayan ocho. El pilier inglés David Wilson pagó la novatada. Al chico le temblaron las piernas en la primera melé y los galeses, al oler sangre, activaron el ritual de intimidación: miradas afiladas, golpes tardíos, provocaciones... Hasta que Shaw cortó la hemorragia retando a los osos galeses: "Venir a por mí abajo". Inglaterra no reunía las prestaciones galesas, pero Wilkinson sabía lo que tenía entre manos. Paciencia, ataques largos, fases agónicas y el campo de batalla regado de cuerpos exhaustos. Ordenó salir rápido del agrupamiento y hurgar en el lado cerrado. En una de esas, el talonador inglés se levantó y echó a correr. No llegó lejos: Alun Wyn Jones le zancadilleó. El árbitro le expulsó. Digna sanción, zafia maniobra. Jonny sacó el manual: Pick an go, catecismo inglés, y al sexto cabezazo cedió el muro galés, abriéndose ante Haskell una fisura. 13-3 al descanso.
En la reanudación, Care volvió a pescar en el lado ciego. Entonces Gales entendió que más que la batalla, perdía la guerra. Los golpes se volvieron hondanadas y las carreras, estampidas. Inglaterra agonizaba: 20-3, 20-8, 20-10, 20-15, 20-17... Twickenham se temía lo inevitable, pero Armitage cazó un pase que Haskell acostó en la zona de ensayo galesa. El XV de la Rosa soportó épicamente el asedio galés. La Catedral volvía a ver como la fe de sus feligreses traía réditos.
Antes, Irlanda venció bostezando a una Italia errática y vulnerable a campo abierto. Hoy Escocia testará a una Francia gobernadas por dos prometedores becarios: Morgan Parra y Trihn-Duc. Lievremont no ha puesto a enfriar el champagne, así que no esperen algo ceremonioso. Algo como lo que se vivió ayer en Twickenham: un combate entre gladiadores.