NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Ciclismo | Tour 2005. 2ª etapa

Boonen, agente secreto

El belga se llevó el primer sprint y Cañada se metió en una fuga

Actualizado a
<b>DIO PRIMERO. </b>La primera llegada al sprint del Tour fue para el belga Tom Boonen, que lo celebró ante la mirada de Robbie McEwen (izda.) y Thor Hushovd (dcha.)
reuters

El Tour de Francia tiene la virtud de conducirnos por carreteras que nos muestran una Francia inalterable al paso del tiempo, pueblos encantadores con iglesias puntiagudas y vecinos entusiastas que igual dibujan una bicicleta gigante sobre el prado, es de suponer que después de semanas de abnegada poda, que jalean el paso de los ciclistas (que dura unos cinco segundos en zona llana), aún a riesgo de que en una mala curva se les cuele un corredor en el cuarto de estar, junto al tío Pierre, el mantel de cuadros y el queso camembert. Nada cambia, el escenario es el mismo, la gente es la misma y el pelotón que pasa a toda velocidad, visto de lejos, también parece el de siempre, el de cada verano. No descarto que nos guste tanto el Tour porque nos hace sentir como hace diez años, cuando éramos guapos.

Para responder todavía más exactamente al tópico de "etapa de la primera semana", la jornada de ayer, pese a resolverse al sprint, vivió una escapada, en este caso cuatro corredores de clase media, David Cañada, Thomas Voeckler, Sylvain Calzati y Laszlo Bodrogi, cuyo intento no pasó jamás de encomiable esfuerzo por animar la carrera, ya que en todo momento estuvieron controlados por el pelotón, que nunca les dio más de tres minutos de ventaja.

Se suele decir que el pelotón en los primeros días de Tour es un hervidero de testosterona en el que cada ciclista, por modesto que sea, mantiene la esperanza de alcanzar un trozo de gloria, algo así como un casting de Operación Triunfo. Para los grandes favoritos el peligro es verse arrastrado por uno de esos torrentes, que en este caso no son de voz, sino de ansia. Quizá por eso, la organización ha decidido que en los tres kilómetros finales, y no sólo en el último, a cualquier ciclista retrasado por una caída se le computará el mismo tiempo que el del ganador. Esta sabia medida permite caerse a gusto y derribar al contrario sin remordimientos.

Ataque.

El caso es que mientras los fugados mantenían la remota esperanza de que el gran grupo se viera interceptado por un paso a nivel o una nave extraterrestre, el pelotón circulaba ocupando el ancho de la carretera, todos muy chulos pero sin jefe claro porque no es cuestión de darse una paliza para cazar y que luego gane otro. Así se circuló hasta el puerto de cuarta de categoría, el primero que se subía en esta edición. Entonces, sintiendo el aliento del ejército que venía detrás, Cañada atacó con decisión, difícil saber si en busca de una etapa que ya acarició en 2003 o del maillot de puntos rojos. Sólo aguantó su empellón Voeckler, el francés que lideró el Tour del pasado año y que se convirtió en abanderado de los corredores anti-doping, grupo sin demasiados socios (al menos, públicos). Voeckler, más entero en el último trecho, fue quien se vistió de lunares, el maillot favorito de niños y flamencos. Aquello no fue más que un arrebato, porque a falta de seis kilómetros los insurrectos fueron capturados, no sin que antes Cañada y Calzati se dieran la mano, al estilo de Dos hombres y un destino, negro destino.

Joven de oro.

El sprint, con suspense hasta casi el último instante, fue para Tom Boonen, ese corredor con nombre de agente secreto que a sus 24 años es muchísimo más que un velocista, lo demuestran sus fabulosos triunfos en Flandes y París-Roubaix. El belga sumó su tercera victoria en el Tour y mostró sus dientes perfectos, así son los jóvenes ahora, altos hasta el dintel y sin pelos en el pecho.

Por cierto, últimamente corre la voz de que el principal enemigo de Armstrong (deportista más odiado en Francia junto a Anelka y Schumacher) podría llamarse anticiclón de Las Azores, pues es conocido que el pistolero sufre con las temperaturas asfixiantes. Sudemos con esperanza, pues.

Juan Antonio Flecha "Me sentí bien y decií­ probar"

Me he sentido bien, con buenas piernas, y me he dicho: '¿Por qué no?' He decidido hacer el sprint, a ver qué pasaba... No perdía nada por ello. No soy un velocista, pero sí un ciclista rápido. Así que me he lanzado a probar. Dos compañeros del Fassa Bortolo me han echado una mano en la última parte para colocarme arriba, concretamente Lorenzo Bernucci y Massimo Giunti. Yo me suelo mover bien en los finales, aunque no es lo mismo una clásica que una etapa del Tour... Creo que llego a esta carrera en bastante buena forma y voy a intentar ganar una etapa como hace dos años."