Atenas 2004 | Atletismo - Maratón

El cura del 'Grand Prix' emponzoñó la maratón

Triste espectáculo en la maratón de Atenas. El cura irlandés Neil Horan, borracho, agredió al brasileño Vanderlei da Lima cuando éste iba en cabeza. Se reintegró a la carrera, fue alcanzado y acabó tercero. Ganó el italiano Baldini. El COI no atendió la reclamación brasileña, pero concedió a Da Lima la medalla Pierre de Coubertin al fair play.

<b>EL ATAQUE DE UN CURA BORRACHO</b>  Faltaban seis kilómetros para la meta y Vanderlei da Lima llevaba 25 segundos de ventaja sobre sus perseguidores cuando fue empujado por el loco Neil Horan, que le arrastró hacia la acera. Los espectadores y la Policía redujeron al estrafalario agresor.
Alejandro Delmás
Actualizado a

Cornelius Neil Horan dice que el final está más cerca de lo que creéis: ved cómo las Torres Gemelas cayeron en sólo 20 minutos. Las Torres Gemelas cayeron en unos cuantos minutos, pero a Horan, un pastor irlandés que predica en una parroquia al Sur de Londres, le bastaron diez segundos de borrachera -porque estaba borracho, según la Policía de Atenas- para arruinar los últimos minutos de la maratón y de los Juegos Olímpicos.

Entre los kilómetros 35 y 36, ya en pleno centro de Atenas, rumbo al viejo Estadio Panathinaikon, el brasileño Vanderlei Cordeiro de Lima veía caer una ventaja que al paso por los 30 kilómetros había llegado a ser de 47 segundos. Era el mismo recorrido de toboganes y dientes de sierra que tomó Feidípides para anunciar la victoria de los griegos ante las tropas persas en la batalla de Marathon, 480 años antes de Jesucristo.

2484 años después de Fildípides, muerto tras narrar el éxito militar, el paranaense De Lima, doble campeón de los Juegos Panamericanos, había escapado en el kilómetro 18. Con su fuga y su ritmo, el brasileño abrasó a los españoles, a los kenianos de Tergat (que alegó flato desde el km.32) y hasta a los etíopes. Pero entre el kilómetro 35 y 36, un grupito selecto, con Baldini, Keflezighi y Jon Brown ya iba dando caza a Vanderlei, que sólo mantenía 25 segundos de margen.

Ahí le tocó a Horan, el pastor irlandés de 57 años que predica esto a sus feligreses de Londres: Jesús va a llegar muy pronto otra vez para dividir el mundo entre santos inmortales y ciudadanos mortales. Es un predicador constante: en julio de 2003, en plena recta de Hangar High, en Silverstone, intentó detener el Gran Premio de Inglaterra de F-1: quería enviar mensajes bíblicos a Schumacher y Montoya, que le esquivaban a 300 kilómetros por hora. No pasó nada, excepto que a Horan le condenaron a dos meses entre rejas, pero salió a los 45 días.

Ayer ocurrió algo más. Horan, con la borrachera a cuestas, saltó al asfalto de Atenas y empujó a Vanderlei, casi hasta hacerle caer. Sólo se detuvo ante la acción de un espectador barbudo, que se anticipó a la Policía. Los carteles adosados a la ropa escocesa de Horan proclamaban que el segundo advenimiento de Jesús está cerca, lo dice la Biblia y el Predicador del Grand Prix. En la conmoción, el brasileño perdió 10 segundos, más las ganancias indeseables en angustia y shock: Tuve que recuperar el ritmo tras esta locura y eso fue muy difícil, explicaría después Vanderlei.

Le alcanzaron.

Baldini, que venía fortísimo, y Keflezeghi, el eritreo nacionalizado estadounidense, no tardaron ni un kilómetro en rebasar a Vanderlei. En el Panathinaiko, Baldini fue primero, con Keflezeghi en la plata y bronce para el brasileño, pese a la reclamación de su delegación. La IAAF no halló un solo argumento para invalidar el resultado final. Brasil reclamará al TAS, la corte de apelación deportiva con base en Suiza, pero la resolución tardará meses. Toni Peña (18) fue el primer español, bastante mejor que Ríos (27) y Rey (58). Tergat, décimo, ni siquiera fue el primer keniano. Y le echó la culpa al flato. Menos mal que no estaba Gebrselassie. El COI le dio a Vanderlei la medalla Pierre de Coubertin al fair play. Pero el fin del mundo sí que debe estar cerca cuando se permite que Cornelius Neil Horan predique libremente en una parroquia del Sur de Londres. Perdónanos, Señor.

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