Una duda razonable
Los raulistas empezamos a ser una especie en extinción. Dícese de aquellos pirados por el fútbol que vemos en la mirada fiera del capitanísimo de España el equipaje ideal para un líder de la Selección: compromiso, identidad y experiencia. De hecho, es el máximo goleador de la historia del All Team (el equipo de todos). Suma 38 goles (doce más que el Buitre y quince más que Di Stéfano) y cada vez que suena el himno parece que Raúl fuese a levitar entre las nubes. Pero esa es la parte bonita del cuento. La reservada sólo para los críticos más exigentes nos habla, con una sólida base argumental, de que Raúl no debería ser intocable. Ello no significa dejar de creer en él. En este país se tiende a demonizar y a tumbar a los mitos y ése es un error de la cultura latina que muchas veces nos ha llevado al huerto del fracaso. El sábado vi ante Andorra a mi Raúl versión 2004. Metido y voluntarioso, pero sin las garras afiladas.
Valerón te cambia la concepción de un partido. Es mucho más errático y menos fiable, pero es capaz de sacar de la chistera un pase de gol ante un ejército de defensas. Es más imaginativo y es poco previsible. Pero al canario le pierde su facilidad para extraviarse en un bosque con los árboles talados. Si tuviese el instinto criminal de Raúl sería mejor que Zidane, pero le llegan los dragones del Oporto y lo devoran. Por eso entiendo a Sáez. Raúl morirá por la causa. Al tiempo.