Volver al K-2
Hace diez años dijimos que no volveríamos al K2. Nunca. Jamás. En la vida. Mientras usted lee estas líneas, estaremos a bordo de un avión rumbo al K2. Esa pregunta que se está haciendo me la he hecho yo mucho antes y un buen puñado de veces. En efecto: ¿Por qué volver al K2? Pues la primera respuesta anida en la razón por la que nos conjuramos a no regresar a esa montaña tan hermosa y tan terrible. Allí se quedó para siempre nuestro amigo Atxo Apellániz tras una lucha denodada y a la postre trágica. Juanjo San Sebastián, su compañero de cordada con el que regresaba de la cumbre y que llevaba once años soñando con pisar, sí consiguió llegar al campo base pero con graves heridas en el cuerpo y aún más dolorosas en el alma.
Todos los que vivimos aquellas jornadas acabamos golpeados, aturdidos y resentidos con esa montaña que tanto habíamos amado. Nueve años antes de ese cruel accidente, en sus laderas crecimos definitivamente como alpinistas, como creadores de documentales y como equipo de amigos que comparten una pasión. Cuando por fin llegamos a su cima, después de tres intentos y once años persiguiéndola, comprendimos en todo su sobrecogedor sentido aquella frase de Kurt Diemberger. "Hemos cumplido nuestro sueño en el K2 y hemos dado todo lo demás a cambio". Por fortuna, el tiempo ha cicatrizado nuestras heridas sin embotar los recuerdos: ni los buenos ni los malos. Volvemos, pues, a la Montaña de las montañas, al más hermoso y difícil de los catorce gigantes de la Tierra, porque necesitamos seguir adelante concluyendo un periplo profesional y vital que nos deje un buen sabor de boca con esa montaña. Y esto no significa que se cumplirá llegando a la cumbre. Dependerá de tantos factores sobre los que no tenemos el mínimo control que sólo los inconscientes o los inexpertos pueden asegurar que lo lograrán. Si damos lo mejor de nosotros, si logramos aprender algo de nosotros mismos (ese conocimiento que se extrae en el límite) y regresamos todos a casa entonces lo habremos logrado.
Además, es un año muy especial para la historia del alpinismo pues se cumple el 50 aniversario de la primera ascensión, lograda por un grupo italiano, y una serie documental de la trayectoria de Al filo de lo Imposible no podía ser ajena a una efeméride tan señalada. Y queremos realizar nuestro proyecto, como siempre, con ese mismo talante de los últimos aventureros románticos, es decir, con fair play, jugando limpio, haciendo más con menos. Quizás sea un tanto pretencioso pero vamos a intentar el K2 por dos rutas diferentes. Pero también queremos realizar en paralelo la ascensión a las cimas de los Gasherbrum III y IV, una aventura que quizá merezca menos atención del público poco avezado pues no son ochomiles (por apenas unas decenas de metros bien es cierto). Sin embargo, se trata de un reto de enorme compromiso y originalidad en el panorama actual. Por todo ello volvemos al K2. Es una montaña tan hermosa...