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Las selecciones autonómicas excitan por nada

La cuestión de las selecciones autonómicas tiene las sensibilidades a flor de piel. Ha bastado una moción en el Parlamento para que el patio se alborotara hasta límites extremos. Y eso que el texto es nada y menos. El Gobierno se compromete a impulsar la participación de las selecciones autonómicas... allá donde no concurra la española. Y como la española va a casi todo, no habrá caso. Y donde no va resulta que ya hace tiempo que va la Valenciana, en Pelota Valenciana para ser concretos, desde hace algún tiempo. Y no se ha roto nada por eso, que uno recuerde.

Por eso es triste asistir al entusiasmo con el que malintencionados o desinformados de una y otra parte se excitan por un asunto que no da mucho de sí. El intento de Lissavetzky de aflojar la tensión choca con el deseo que tantos tienen de utilizar esta cuestión como arma separadora y arrojadiza, cuando en realidad no hay tema. Ningún deporte de envergadura y muchos menos el COI va a admitir en sus grandes competiciones a selecciones que no correspondan estrictamente a países reconocidos por la ONU. Invocar el caso de las selecciones británicas es desconocer la historia.

Incluso acabamos de ver cómo Cataluña ha tenido que renunciar a su aspiración de competir en el Europeo de patinaje en línea porque varios países amenazaron con no participar si esto iba adelante. Y es normal que así sea, porque los casos de Cataluña y País Vasco no son tan especiales como algunos creen. Aquí cada país tiene sus territorios irredentos, llámense Padania, Friuli, Bretaña, Cerdeña o como sea. Y nadie quiere abrir un queso que daría lugar a un galimatías ingobernable. O sea: nos estamos embarrancando en una discusión bizantina en torno a una cuestión sin futuro.