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Un cisne en un orinal

Jorge Valdano ha escrito el último capítulo de su tercera etapa en el Madrid. Acosado por sus errores y por las críticas ha preferido dejar navegar en solitario a Florentino.

Se fue como vino. Con elegancia y ligando su destino al hombre que lo puso hace 45 meses en el escaparate. Valdano ha asumido el desgaste de un cargo en el que aceptó su papel secundario (nunca negó que los fichajes de los galácticos eran cosa del presidente), pero ha terminado por arrojar la toalla en vista de que se pasaba más tiempo como portavoz del Club que planificando la estructura deportiva. Que Valdano pidiese en el mercado de diciembre un central, tras los intentos fallidos de Milito y Ayala, no trasciende porque él prefirió incluir su frustración en las obligaciones que destilaba esa generosa nómina que se convirtió en un arma arrojadiza contra él.

Ya sé que fracasó con el baloncesto, que si llega a tener una bola de cristal no habría permitido que Valdo, Luis García y Morientes se enfrentasen al Madrid, que la política de cantera de Ramón Martínez ha patinado de pleno y que su gran cruz fue traerse a Queiroz. Pero el personal debe valorar lo que sí ha hecho Valdano. Le pidieron que limpiara una plantilla de 38 jugadores y el verano pasado ya sólo quedaban 21, con un ahorro en fichas superior a los 23 millones de euros. Ha sido el paraguas institucional ideal que ha protegido a Florentino. Siempre supo ofrecer su verbo cálido, didáctico y ágil para apagar los fuegos abiertos por derrotas tan dolorosas como las de Mónaco o la final de Copa. Ha sido como un cisne sentado sobre un orinal que ocultaba todos los problemas que él sabía disfrazar. Pero de tanto dar la cara vio que iban a partir. Por eso no ha esperado a que le despidan. Ha sabido irse a tiempo. Le echarán de menos. Háganme caso. Aunque soy de los pocos valdanistas que quedan, les emplazo a mayo de 2005 para que me quiten o me den la razón. Jorge, que te vaya bonito.