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Un sueño, dos ciudades y tres ejes

El Comité Olímpico Internacional ha confiado en Madrid como candidata para albergar los Juegos Olímpicos de verano de 2012. Esto, aunque parezca dentro de lo normal, es un paso importantísimo para los rectores y los depositarios del sueño olímpico. Esto, pese a que se vea como un paso natural, significa que el organismo olímpico avala la candidatura, sea o no para 2012. Que Madrid, en definitiva y sea o no el nombre que Jacques Rogge pronuncie el año que viene en Singapur, está preparada para albergar un evento de tal magnitud.

La cuestión es que 2012 es la punta del iceberg del sueño madrileño. El empeño y los medios están puestos con mimo y ejecutados al detalle para que no haya prórrogas y que sea en la segunda década del tercer milenio cuando la única gran capital europea que aún no lo ha hecho albergue unos JJ.OO. Una suculenta y maravillosa excusa para que Madrid termine de completarse, para que, del mismo modo que Barcelona en 1992, la ciudad enfile una expansión coherente, moderna, atractiva y útil no sólo para los que llegan sino para los que toman el pulso a la urbe cada lunes y cada martes. Para que Madrid, sin rechazar lo actual, dé definitivamente paso al nuevo Madrid, al del siglo XXI.

Una vertebración realizada al gusto, alguno diría que leyendo el pensamiento, de los rectores olímpicos, que son los que finalmente deciden, pero con la vista puesta en lo que quedará después de los Juegos. Tres ejes que no sólo permitirán disfrutar a los atletas de los Juegos más cómodos y menos caóticos de la historia sino que romperán los muros de la ciudad. Los dos laterales (este y oeste) racionalizarán incluso ecológicamente la expansión urbanística. El central cerrará definitivamente las heridas que rasgan las relaciones norte-sur. Una mezcla perfecta, en definitiva, que convence al ciudadano y que agrada sobremanera al COI.