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Fernando Alonso, Cataluña y el País Vasco

Comentaba ayer que insistiría en el tema de las audiencias de Fernando Alonso, que se disparan de semana en semana. Nada que ver con el interés que despertaba este deporte en España hasta la aparición de este guaje. Un español puntero arrastra la atención hacia un deporte. Eso lo sabemos en este país desde el Tour de Vicente Trueba, allá por los treinta y tenemos registrados los casos de Santana, Emiliano, Nieto, Ballesteros y demás. Pero lo que quiero reflejar aquí es cómo el fenómeno no es ajeno a las comunidades dominadas por voto nacionalista. Se extiende también a ellas.

La carrera de Montmeló tuvo en el conjunto de España un share del 37,7 %. Enorme. El propio de la expectación que crea un gran deportista español en lucha con los de otros países. Bueno, pues en el País Vasco fue de un 40,8 %, más que la media nacional. En Cataluña, un 50,1 %, también más que la media nacional. El español de marras no es vasco, no es catalán. Es asturiano. Algún reflejo lleva a las poblaciones del País Vasco y Cataluña a ver su éxito como algo propio. En la misma o mayor medida que en comunidades como Madrid, Andalucía, Valencia o las castillas.

Quizá no haya mejor encuesta que las audiencias de televisión. Ahí cada uno está en casa, sin nadie a quien dar cuentas, y pone lo que más le distrae o le emociona. Si en Cataluña y el País Vasco se sintiera España como algo lejano, o incluso adverso, como algunos pretenden, no importaría el asturiano Fernando Alonso. No más que Montoya, Raikkonen, Sato o alguno de esos que aspiran a suceder al implacable Schummacher. Pero sí importa. El dedo se va al botón de la Cinco porque cada uno, en su intimidad, piensa lo que piensa, no lo que está de moda decir que se piensa.