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Zapatero ganó la gran porra nacional

Zapatero dijo 1-2 y fue 1-2. No cabe duda de que el presidente está en racha, en una de esas fases de la vida en las que todo le sale a uno bien. Porque el partido no iba para 1-2, ni mucho menos. El partido se presentaba como una resurrección del Madrid, que no corría con tanta entrega desde los tiempos de Pirri, que desconcertó al Barça durante una hora y que confirmó la impresión, que uno ya tenía, de que Víctor Valdés es un portero de enorme categoría. Sólo gracias a él se retrasó casi una hora el primer gol del Madrid, que lo había merecido mucho antes.

Pero hasta ahí fue un partido, luego otro. Primero, porque antes de que llegara a secarse ese gol en el marcador llegó otro, el del Barça, conseguido con mucha más facilidad: un pase tras la defensa, Roberto Carlos que se queda enganchado y gol. Y pronto, la expulsión de Figo, que se dolió duramente de ella en las declaraciones tras el partido: "El árbitro vino aquí malintencionado desde el principio", dijo. El caso es que marcharse Figo fue como quitar el tapón de la bañera, y todo el Madrid se fue por el sumidero, víctima de la fatiga, de la falta de recursos, del desorden.

Luego nos fuimos todos a San Mamés, donde el choque de trenes quedó en empate. El resumen es que la cabeza se aprieta, que el Barça mantiene su derecho a seguir soñando y que al Madrid no se le ha roto tanto como era de temer. Ese empate del Valencia le deja en carrera, y la imagen que dio hasta la expulsión de Figo le hace ganar un voto de confianza con los suyos. El Valencia reparte sus afanes en la Liga con la Copa de la UEFA y el Barça, pese a todo, aún está rezagado. Quedan cuatro partidos, doce puntos. Parece poco, pero es bastante en distancias tan cortas. Habrá emociones.