Dios, échale la otra mano

Dios, échale la otra mano

Explicó Valdano una vez que de tanto que te trataron como a un dios te lo empezaste a creer y cuando te lo habías creído del todo y actuabas en consecuencia, esos mismos, te tiraron piedras al pedestal, drogadicto, drogadicto, y alguien dijo, o debió hacerlo, que tu destino trágico, barrilete cósmico, era convertirte en pelota, así de redondo te estabas poniendo, Diego, fuiste un ángel y terminaste balón, el mismo juicio y el mismo albedrío, no es toda la culpa tuya, sino de los tiempos, era muy difícil que tú acabaras con 70 años de presidente de honor de Boca o anunciando Viagra, tu época fue otra, todo el mundo mirando, un país montado en tu chepa y las tentaciones en la mano, no fue toda la culpa tuya, Maradona, ningún genio se enfrentó a lo tuyo.

Tendemos a pensar que los héroes lo siguen siendo fuera de la película y por eso Weismuller acabó gritando como Tarzán en el asilo, loco, loco, igual que tú, gordo pelota, con los regates en la cabeza, qué infierno ver a esos tuercebotas en la televisión, la cocaína no ha sido tu dóping, sino tu lastre, jugabas con hándicap, como los caballos, y resulta que en tu mejor momento fue Dios y te echó una mano, ¡para meter un gol!, por todos los santos, te ayudó a hacer lo único que sabías hacer, le daría envidia, no se explica, luego te quedaste solo, con los buitres de siempre, sobado como una medalla vieja, ídolo de estampita, como esa foto del Ché, revive, pídele a Dios la otra mano, gordo pelota, o no volveré a chutar un balón.