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Le llamamos ‘Platoche’

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Hay personajes que marcan el paso de los días. Seres excepcionales que se quedan para siempre en la memoria colectiva de una afición e incluso de un pueblo entero. En este sentido, los años ochenta han sido decisivos en mi historia personal. Empezaba mi segunda década de vida y la música disco acariciaba mis oídos. Fue la época de mi primer beso consciente y de mi primera emoción política. El 10 de mayo de 1981, un hombre de estado llamado François Mitterand se convertía en presidente de la República Francesa y un viento de esperanza recorría todo el país. Un año más tarde, descubría algo que todavía me persigue: el amor a un deporte llamado fútbol. Y ahí estaba Michel Platini. Fue la noche del 8 de julio de 1982, en el estadio Sánchez Pizjuán, en el Mundial de España. Una espléndida Francia liderada por el famoso número 10 perdía en Sevilla una dantesca semifinal.

Me di cuenta aquella noche que el fútbol era más que meter goles, ganar o perder. Que el fútbol era, ante todo, un chorro de emoción. La segunda vez que sentí algo parecido fue en 1984, en la final de la Eurocopa de Francia frente a España. Había que meterle un libre directo a Luis Arconada. Y ahí estaba Michel Platini. La tercera vez fue en el Mundial de México, dos años después. El partido de cuartos de final entre Francia y Brasil fue, según dicen, uno de los encuentros más bonitos de la historia del fútbol. Había que meterle un gol a los casi imbatibles brasileños. Y ahí estaba Michel Platini.

Hoy, el futbolista referencia se ha convertido en un astuto político del fútbol. Llegará muy lejos, seguro. Pero para tanta gente de mi generación será muy difícil llamarle señor presidente de la FIFA, porque, pase lo que pase, siempre será Platoche.