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Sí es importante recordar lo de Del Bosque

Se quejaba el lunes Valdano en El Larguero de que se recordara el cese de Del Bosque. Llorar por la leche derramada suele ser estéril, es cierto. Pero no se trata de llorar por la leche derramada. Se trata de que el Madrid recuerde lo que hizo, porque en aquella conducta equivocada están muchas de las explicaciones de lo que ahora ocurre. No porque ya no esté Del Bosque, que también, sino porque la forma de pensar que dio con él en la calle es lo que se está comiendo por dentro un proyecto que nació para la perfección, pero que se descompone a marchas forzadas.

Me explico: a Del Bosque se le echó por arrogancia (con este equipo, campeones en diciembre, con este equipo, la Champions con la gorra). Tan sobrado se sentía el Madrid. Tan sobrado como cuando busca la tarjeta para Beckham porque se gana al Mónaco por 4-2. Tan sobrado como cuando cree que con doce y sin entrenar se puede ir a por tres títulos. Tan sobrado como para que un pavón ande ya alquilando avión privado para ir a Marbella. Tan sobrado como para acudir a la final de Copa la noche de la víspera, como se acude a un partido menor. Y tantos otros ejemplos.

Y luego está esa cursilería que al Madrid no le hace daño en los marcadores, pero sí en la imagen. Mucha Estética Fefé. Mucho florero en el club, me temo que hasta el entrenador. Un estilo de colonia cara en el que el cachazudo Del Bosque no encajaba, pero que redimía en parte. Hacía al Madrid más humano, era la arruga bella, la cuerda que sujetaba el globo a la tierra. Sin él, el gran público percibe más que nunca a este Madrid como una exaltación de la vanidad sin límites, tan fatuo como para despreciar ese foco de autoridad moral y legitimidad histórica que significaba Del Bosque.