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Otro añito en el infierno

Los clásicos no escarmentamos. Fueron tantos los años de gozos (muchos) y sombras (escasas) que cuesta un egg asumir la cruda realidad: el Madrid de baloncesto sólo es una reliquia del pasado. Su presente es opaco, basado en ramalazos de genio como los vistos en la semifinal con Estudiantes. La fiabilidad de Bennett, los músculos tatuados de Kambala y el talento de Fotsis parecían suficientes para tumbar a este Hapoel del que no tuve conocimiento alguno en los tiempos en los que mi Madrid de verdad (el de Corbalán, F. Martín e Iturriaga) se pegaba con el Maccabi de Aroesti, Perry y Berkovitz. La final de Charleroi (que está al ladito de Waterloo, ¡tiene bemoles!) fue un castigo cruel. Como si el destino quisiese decirle a esta sección maldita que las puertas del cielo siguen cerradas. Y encima, otro añito sin Euroliga, en el infierno...

Uno estuvo en la final de Zaragoza 95 y vio al Madrid ganar la Champions del basket. Por allí estaba Sabonis... En 1997 disfruté con la Recopa conquistada en Nicosia ante el Verona de Mike Iuzzolino. Por allí estaba un tal Dejan Bodiroga... Pero la realidad de ahora nos deja huérfanos de cromos ilustres. Hasta el Jerusalén parecía tener a los Lakers disfrazados de rojo. Las minas del rey Will Solomon y los tiritos de Doron Bisbal Sheffer acabaron con el sueño. Florentino vio el desastre in situ. Presidente: NBA o disolución. ¡Qué cruz!