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El partido de los casi

Actualizado a

Cuando se sortearon estos cuartos de final de la Champions un importante jugador del Mónaco confesó en privado una reflexión que lo decía todo: "Será el buen final de nuestra preciosa aventura europea". En aquel momento, el futbolista pensaba casi lo mismo que todo el mundo. Salvo, por supuesto, el Príncipe Alberto de Mónaco. Yo mismo me preparaba con ilusión para una noche emocionante. Un equipo de la liga francesa frente al gran Real Madrid nunca hay que perdérselo. Me preparaba para la noche de los "casis". Sí, el Mónaco casi le podía meter un poco de miedo al Madrid marcando un gol rápido. Casi pensaba en una lección de fútbol merengue después del gol de Raúl. Pero casi que podía maquillar un poco el resultado la volea de Giuly antes de que llegara el descanso.

Y llegó la segunda parte y casi empecé a pensar que el Mónaco podía ganarle al Madrid. Es que casi se podía reprochar a Collina su descarada ayuda a los jugadores madridistas. El equipo merengue casi había bajado a la tierra, o mejor dicho caído de la galaxia. Viendo la tristeza de la defensa uno casi recordaba que en el partido de ida la entrada de Pavón había sido decisiva para parar al Mónaco. Pero llegó el minuto 95 de partido y casi nadie de uno u otro lado podía imaginar y darse cuenta de lo que había pasado. Salvo, por supuesto, el Príncipe Alberto de Mónaco. Un hombre feliz, que supo contaminar de alegría a la mayoría del público del Luis II. Dijeron en la televisión que este Príncipe era un hooligan y que tenía malas maneras. Casi se puede pensar que su gracioso fervor había hecho ganar lo imposible al Mónaco. Pero, casi sería un poco fuerte pensar eso.