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Lo peor fue perder de esa manera

Lo peor no fue la eliminación en sí, sino la forma en que se produjo. La imagen. Eso que preocupa mucho a Florentino, y con razón. Porque el Madrid, que se presentó en Mónaco con un cómodo 4-2 en la mochila, fue arrollado en varias fases del partido. Y eso que salió bien, con soltura y autoridad, mirando al Mónaco por encima del hombro, desde la altura del resultado de ida, de la categoría de sus nombres, de su buen toque. Todo el Mónaco parecía achicarse ante el Madrid. Todo, menos el Príncipe Alberto, que nos enseñó que nacer en buena cuna no garantiza buena educación.

Así hasta que llegó el gol. ¡Para qué quería más el Madrid! Este equipo gastado, sin energía física y muy pagado de sí mismo, se echó a la bartola. Con su actitud metió al Mónaco en el partido y en la eliminatoria. Y no fueron sólo los galácticos: Borja acumuló despistes y hasta Mejía estuvo comodón en sus dos saltos con Morientes en las jugadas de los dos primeros goles. Y toda la defensa andaba despistada y nerviosa cuando llegó el gol de Giuly, que terminó de incendiar el coquetísimo estadio Luis II. Pero lo peor estaba por llegar. Lo peor fue la pretendida reacción del Madrid.

Porque no hubo otra respuesta que el coraje mal aplicado. Fue un equipo sin respuesta táctica ni física. Un avance ciego dejando las espaldas libres. Un malón propio de un equipo que lucha por salvarse del descenso en un campo superior, no de todo un Real Madrid con media hora por delante para hacerle un gol al Mónaco. Hasta una rabona le hicieron. Hasta dos tiros al palo tuvo que engullir Casillas. Al otro lado, un penalti a Zidane, único clavo ardiendo al que puede agarrarse el Madrid en este monumental fracaso, que ahora mismo es difícil predecir cómo lo encajará el club.