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El entorno del talento

Guti. Siempre Guti. En el altar de las tertulias de los puristas, en la diana de los prejuiciosos, en el corazón de cada tormenta ideológica... Partiré de una premisa. Guti es un pedazo de futbolista. Magnífica técnica individual, excelente pase en profundidad y estupenda capacidad de improvisación. Y, además, canterano. Pero con esta joya descubierta por Jorge Valdano hace nueve años sólo hay un problema. Posee una guardia pretoriana que ha insistido en magnificar su indiscutible talento hasta el extremo de rozar el insulto con aquellos que, como yo, pensamos que Guti es tan bueno que hay que exigirle más para que sea algún día el jugadorazo que lleva dentro. Los gutistas se han empeñado en crear una corriente de opinión intelectualista que consiste en decir: "Si eres de Guti tú eres un tipo que sabe de fútbol y con sensibilidad. En caso contrario eres un involucionista que defiende el músculo y el juego racial".

Pues mire usted. Se equivocan. Uno se enamoró del fútbol de Walt Disney del Buitre y jamás perdió el respeto a los cientos de amigos y críticos que han puesto en duda su jerarquía. Guti necesita abogados con autocrítica, porque de lo contrario se quedará en una fotocopia de mi admirado Martín Vázquez. Crack doméstico, sólo para cinéfilos. Yo me alegro de ver a Guti triunfar. Lo merece. Por su fútbol de seda. No por la dictadura del talibanogutismo.