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Mengueles, víctimas y testigo de cargo

Este periódico está publicando en serial las revelaciones de Jesús Manzano, un joven de veinticinco años que quiso ser ciclista profesional, que lo fue, pero que ha dejado de serlo y no guarda buenos recuerdos de su experiencia. Al hacernos depositarios de su revelación éramos conscientes del efecto que sus palabras tendrían. Y dábamos por descontadas las primeras reacciones: vilipendio del personaje que presta testimonio, protestas de honorabilidad, extensión de la culpa a otros deportes ("el fútbol también...") e intento colectivo de seguir igual, con la cabeza bajo el ala.

Y, por cierto, que esto no pasa sólo en el ciclismo. Todos conocemos los casos Guardiola, Gurpegui, Muehlegg, Alberto García... Ni éste ni ningún otro medio han ocultado esos casos. Sólo que el que se ha decidido a hablar, con pelos y señales, es un ciclista. Quizá porque en su deporte pasa más, quizá por sus circunstancias personales, quizá porque le han impresionado los finales de Chava y Pantani. Por lo que sea. Pero sea bienvenido este testimonio terrible y claro, que conviene apurar hasta el fondo, por desagradable que resulte, porque nos enfrenta a una verdad tenebrosa.

En realidad, lo que contamos es un Secretode Polichinela. Estas prácticas son conocidas y toleradas con una resignación insensata. El deporte profesional se abandona sin vértigo a la dictadura de unos Mengueles que se enriquecen a costa de dejar un reguero de víctimas, de jóvenes condenados a una mala salud para el resto de su vida, muchas veces a una vida corta. Con eso hay que terminar, por incómodo que les resulte a las autoridades, amantes sobre todo de la foto en el podio. Manzano les va a ayudar. Le quieren citar en el juzgado. Mejor: desde allí la ayuda será mayor.