Porque era el Mónaco...
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Me dijo un madridista antes de ir al estadio: "Cuidado, que el tal Giuly es un muy buen futbolista, de los mejores de Francia". Le miré perplejo, no podía creer que temiera tanto a la estrella del Mónaco. Sin duda pasaba factura la semanita de sufrimiento. ¿Pasaría lo mismo con los jugadores del Real Madrid? Pues sí, en la primera parte estuvieron a punto de hacer candidato al Balón de Oro al tal Giuly. Nunca agradecerá lo suficiente el equipo blanco la suerte del bombo en cuartos. Si en el actual estado de melancolía y depresión les pilla el Milán o el Arsenal, no quiero pensar en el destrozo. Pero el rival era el Mónaco. A esta hora sigo dándole vueltas a la cabeza de cómo pudo este equipo meterle ocho al Deportivo, cómo pudo irse ayer al descanso ayer con ventaja. En el Santiago Bernabéu fueron, mitad madres, mitad samaritanos.
Pese a las limitaciones de los jugadores monegascos, fue necesario sacar a pasear la garra de Luis Figo y el relicario llamado Ronaldo para dar vuelta a un encuentro que se presentaba realmente negro al final del primer tiempo. De nuevo estamos siendo injustos con el portugués. En pleno come come, Luis se ha colgado los galones y tira del equipo como el que más. Está más fresco que el resto de galácticos y, además, aporta la necesaria agresividad que es indispensable en la alta competición que es la Champions. Tan necesario como Ronaldo, que regresa para demostrar que con tocar dos balones es suficiente para marcar la diferencia. Eso no lo tiene, hoy por hoy, ningún otro jugador del mundo. Pero la gran pregunta es: ¿cambiará el equipo tanto como para afrontar con garantías las semifinales del torneo dentro de un mes? Veremos.
