NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Liga de Campeones | Real Madrid 1 - Bayern 0

Otra noche mágica

La afición llenó el Bernabéu y se vació para empujar al Madrid a los cuartos

<b>AUTÓGRAFO DE BECKENBAUER</b>. El presidente del Bayern firmó este peculiar cuadro de la Novena.
M. MUÑOZ, J. AGUILERA, F. SEVILLANO, C. MARTÍNEZ, J. RUBIO, P. ANDRÉS Y HELIOS

El Bernabéu nunca estuvo ajeno a una noche mágica, de esas que han logrado en diez años transformar el llamado miedo escénico de este estadio en una leyenda que permite a su anfitrión afrontar los grandes duelos con un gol de ventaja antes de saltar al campo. Uno miraba al graderío entusiasta y notaba un calor inusual, casi diez grados por encima de los que marcaba un termómetro que se pegaba por huir de ese invierno que asomaba la cara en forma de ventisca, lluvia del Norte y fresquito puñetero.

Pero entre tanta inclemencia, aparecieron en el palco de jugadores los dos abanderados de la samba: Ronaldo y Roberto Carlos. Robertinho estaba con sangre en el ojo. Como si fuera a jugar. De hecho, pasó primero por el vestuario para abrazarse a los compañeros y decirles que lo hicieran por él, por la afición, por la UEFA y por ese Madrid que le ha dado felicidad profesional y personal desde hace ocho años. "He hablado con los chicos y les he dicho que somos el Madrid y que por favor den una alegría a mi familia y a mi gente. He estado en la charla con Queiroz y he visto a todo el grupo muy motivado. Me voy tranquilo al palco. Vamos a eliminar a estos alemanes...".

Ronaldo, poco acostumbrado a sufrir desde el palco VIP de los jugadores, situado en el primer anfiteatro, sonreía firmando autógrafos y saludando a ese gentío que repetía con insistencia esta canción reivindicativa: "Ronie, ojalá no te echemos de menos. Recupérate para la final de Montjuïc".

Después hizo acto de aparición en el palco de autoridades el Rey Juan Carlos, que minutos antes se había pasado por el vestuario. En el santuario madridista reclinó la cabeza cuando se topó con David Beckham, del que ya debe saber su ilustre condición de Sir del Imperio Británico. El Rey es blanco y es estupendo que el vestuario del Madrid lo sepa. Ahí todos son iguales y da igual ir en pantalón corto o con traje de Emporio Armani. Quizás no lo sabía, pero ese gesto de nuestro monarca soflamó todavía más el espíritu de un equipo que, no lo olvidemos, se llama de nombre ‘Real’.

Las gradas se iban poblando de un ambiente multirracial y multigeográfico. Uno pudo ver un grupo de casi cien ingleses que animaban a Beckham con fervor (además, el Manchester estaba eliminado, lo que alimentaba el mito de David), pero echabas un vistazo al segundo anfiteatro y veías otro destacamento de japoneses, sí, esos de ojos rasgados, con sus camisetas de Zidane, Figo y Raúl exhibidas como si fueran iconos de su cultura mediática. Son tan devotos de la religión blanca que algunos pagaron hasta 500 euros por una entrada. Eso es madridismo del Sol Naciente. Y por si fuera poco, vimos hasta irlandeses y noruegos, orgullosos de presumir de su condición de vikingos. Es la prueba irrefutable de que la evangelización liderada por Florentino Pérez en todos los rincones del mundo no tiene ningún tipo de límites. Ni siquiera en la comida de directivas, que tuvo lugar horas antes del encuentro. Todo un gesto de caballerosidad por parte de los rectores madridistas. Ni siquiera el mal ambiente que se generó tras el encuentro de ida impidió que Florentino Pérez acogiera con cariño a sus colegas alemanes en el hotel Ritz.

Dispositivo. Lo mejor es que a tan sólo 500 metros del escenario principal, en la calle Orense, la Cadena SER había montado también su dispositivo de ataque en el ‘Audi Forum’, que concentró a más de 150 aficionados que disfrutaron de los comentarios apasionados y valientes de Paco González, Pepe Domingo Castaño, Poli Rincón (¡Hala Madrid!), Tomás Guasch (¡Tiembla Barça!) y Pérez Sánchez, el fiscal arbitral más cualificado para valorar la mano izquierda del suizo Urs Meier. Pero volvamos al Bernabéu. Mientras que Zinedine Zidane marcaba el gol que reflejaba la felicidad eterna que atronaba hasta en Argelia, las esbeltas mujeres de los cracks madridistas se mordían las uñas con muchísimo más estilo que las de los alemanes. Y eso que Verena, la novia de Oliver Kahn, en segunda ronda de su draft sentimental (o sea, la sucesora de su primera esposa), hizo lo que pudo para hacerse valer entre una jauría de 80.000 madridistas entregados a una noche galáctica, que dejó en caja 300 kilos de los de antes. Suficiente para pagar a la UEFA otras cien gamberradas de despacho como la protagonizada con Roberto Carlos.

Nadie se lo quería perder. No cabía un alfiler en el coliseo de Concha Espina para disfrutar de la corrida futbolística, festejada entre olés por un público entregado en alma y cuerpo a la causa. Curioso, en las calles colindantes al gran santuario de la Castellana, quedaban miles de almas desperdigadas ofreciendo hasta mil euros por una entrada. Manolo Redondo, el que más sabe de estas lides sin ninguna duda, me decía orgulloso que se podrían haber llenado tres Bernabéus sin problemas si esto fuera Maracaná multiplicado por dos.

El ambiente se electrizó totalmente cuando Kahn ("En el partido de vuelta tendré que ganar el partido yo solo"), se tiró dos veces jugando a ser mejor actor incluso que Robert de Niro sin conseguir el efecto buscado. La afición estuvo ejemplar, no lanzó un solo objeto al terreno de juego y cumplió con el gran objetivo: la clasificación para los cuartos de final.

Igualito es Oliver Kahn que Iker Casillas, que fue coreado de nuevo por su afición como el galáctico de los galácticos. Es un futbolista de la casa, tiene mucho más mérito que nadie y el pueblo acabó rendido a sus guantes al grito de "Iker, Iker, Iker". El portero de Móstoles demostró una vez más que está a la altura de un equipo que pasará a la posteridad por ser tan bueno, o más, que el de aquellos Alfredo Di Stéfano y Gento, que también vivieron desde la grada con pasión un triunfo muy especial para todos. Ganar al Bayern Múnich es algo más significativo que una victoria cualquiera. Es una reivindicación sublime. El Real Madrid no se detiene ante nada ni nadie. Es el espíritu de la Décima.