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No es necesario recurrir a los libros de Historia para rescatar de nuestras memorias el increíble regate que Romario le hizo a mi admirado Rafa Alkorta en el Camp Nou hace once años. Ese giro de la bota derecha, cosiendo el balón al borceguí hasta hacer del engaño una finta de 180 grados con un simple amago de cadera y tobillo, le sirvió para inmortalizar la cola de vaca (rabo de vaca para los brasileños). Romario se limitó a buscar una variante de la elástica, jugada que patentó en los 70 su compatriota Rivelino. Ro se doctoró esa noche como galáctico, con carácter retroactivo, y alimentó un concepto del fútbol que Jorge Valdano universalizó bautizando a Romario como jugador "de dibujos animados".

Lo bueno es que Ronaldo, al que muchos incautos daban por jubilado cuando vino del Inter, ha igualado al mejor Romario. Desde que el genial gnomo embarazado del Barça (que diría Gatti) firmase 22 goles en la jornada 26 de la Liga 1993-94, nadie había logrado semejante promedio realizador. Ronie ha alcanzado una velocidad de crucero que ha dejado atrás a Salva, Mista, Torres y al propio Raúl con una facilidad digna del tipo que va a ganar la Bota de Oro. En Santander mojará. Los retos le van y hoy no fallará. Pero fuera del Olimpo de los Dioses hay vida, y hoy quiero acordarme de Portillo. No está acabado y el chaval merece un respeto. Portigol está herido... pero no muerto.