NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Siempre es bueno tener un padre con currículo. A poco que te lleves con él te evitas ridículos dolorosos como el de tu frustrante primera cita amorosa (suele ser así, no nos engañemos), tu primera crónica (doblemente desastrosa) y tu primer partido (juega el Madrid, no hay peligro). El mío no me ayudó nada en las dos primeras facetas, pero le debo la vida y la autoestima en el capítulo futbolero. Él fue quien me enseñó a respetar este escudo contándome las batallas epopéyicas del Madrid de Di Stéfano y Gento en la Europa de blanco y negro. "Hijo, ése equipo era una máquina y La Saeta era el que llevaba los mandos". Hace dos años, Zidane, el heredero aventajado de su compatriota Raymond Kopa, metió a Dutruel un gol picassiano en el debut triunfal de Ronaldo con la camiseta del Madrid. My father , hombre sabio, me aclaró: "Tomás, desde Di Stéfano no había jugado en el Bernabéu nadie con semejante talento".

Le miré a Zizou de reojo mientras ambos coincidíamos ayer en la sala de maquillaje de Realmadrid TV (me sentí tan alterado como el primer día que vi a Kim Novak bajando las escaleras en Picnic). Este marsellés bueno, bonito y barato (su fútbol de oro y diamantes no tiene precio) se emocionó cuando le recordé el ambiente volcánico que el Bernabéu mostró hace dos años ante la última visita del Bayern de Bitelchus Kahn: "Será una gran noche". ZZ, la orquesta es tuya.