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Rearbitrar es un error siempre

Rearbitrar es un error porque el fútbol se asienta sobre el principio de que el árbitro siempre tiene razón y sólo ocurre lo que el árbitro dictamina. Rearbitrar los partidos por parte de los organismos que rigen el fútbol supone poner en cuestión ese principio de la autoridad intocable del árbitro. Supone explicar que no es oficialmente infalible. Supone hacer ver a jugadores, afición y crítica que las decisiones del árbitro pueden ser oficialmente rectificadas, o revisadas. Y eso es desconocer que el fútbol sólo es posible desde ese consenso común de que sólo vale lo que dice el árbitro.

Rearbitrar es un error, además, porque se hace sobre la base de la televisión. (Nadie se planteó esto cuando no había televisión). Y la televisión está en manos de personas que no pertenecen a los organismos futbolísticos, sino que son ajenos a ellos y responden a otros intereses. Y pueden ser partidistas. Una jugada captada rápidamente en el directo pero no repetida luego, carece de importancia. Una jugada captada por una cámara auxiliar y no expuesta después, no existe. Una jugada repetida media docena de veces adquiere un valor exagerado, que en ocasiones roza la alarma social.

Rearbitrar es un error, también porque abre un melón inacabable. Cualquiera puede, en cualquier partido, encontrar motivos de queja, hechos impunes del rival, o tratamiento injusto de lo propio. Y rearbitrar es un error porque, en última instancia, lo único que nunca se va a tocar son los goles, a su vez lo único de verdad importante en este juego. En este país existió la moda de rearbitrar, que felizmente ya pasó. No llevó más que a más arbitrariedades y más frustración que la que ya inevitablemente produce el arbitraje en vivo. El fútbol es simple: un árbitro, un acta, un resultado. Lo demás es liarse.