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El gesto de dignidad de Benito Floro

De cuando en cuando, alguien deja en evidencia los intereses creados de este fútbol de nuestros pecados. Esta vez ha sido Benito Floro, que nos sorprendió a todos el lunes al dejar el banquillo del Villarreal en circunstancias intempestivas. Hay que constatar que el Villarreal está en realidad en sus máximos históricos: bien clasificado en la Liga, donde se mueve en zona UEFA, campeón de la Intertoto y metido en dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA, tras superar dos eliminatorias. Nadie le exigía más al equipo. Pero Benito Floro no estaba de acuerdo en eso.

Benito Floro es perfeccionista y es honrado con su trabajo. Él pensaba que podía hacerse más, y tenía sus más y sus menos con siete jugadores, un grupo de divos que decían algo así como que trabajen los romanos, que tienen pecho de lata. Floro pidió respaldo en las alturas del club y no lo encontró. Y vio más digno retirarse, con la discreción que le caracteriza, aunque no pudo evitar que su decisión provocara un estruendo notable, por lo excepcional. Él se toma el fútbol en serio, se toma su tarea en serio y si ve que no puede hacer las cosas como le gustan, se va.

Y hay que valorar su renuncia, porque Floro había perdido el sitio en el fútbol español. Tras un comienzo fulgurante (Albacete, con ascenso, Real Madrid) le llegó el vacío. Se buscó la vida por México y Japón. Dejó que el tiempo borrara la imagen un poquito pedante que se había construido en sus inicios. Regresó, a un club ilusionante y con posibilidades. Los resultados le han acompañado. Pero si los jugadores no están por la labor, si el club piensa en Bianchi, como han hecho correr, si Roig no le respaldaba (no hizo nada por retenerle) hace bien en irse. Hay cosas que no tienen precio.