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Fue una tarde de la primavera del 87. La carrera de Periodismo recién acabada y la suerte de poder ejercer todavía de simple apasionado del fútbol. Juanito, que era para mí un icono en todos los sentidos (tendría mala cabeza, pero su corazón te ganaba para la causa), tuvo la ocurrencia de ir a defender a un compañero (Chendo) en esta especie de cementerio donde los madridistas llevan enterradas sus ilusiones desde hace casi tres décadas. Matthaeus le dio una patada improcedente al actual delegado blanco y Juanito, que podía haberse hecho el loco, buscó con saña al alemán para impartir justicia. A su manera. Insensata, pero sin maldad ninguna. Han pasado 17 años y, mira por dónde, la tortilla ha dado la vuelta...

Ahora es el Madrid el que luce palmito con jugadores que son conocidos hasta en las montañas de Tora Bora (por donde debe seguir escondido Bin Laden). El Bayern llega a la cita con esa piel de corderito que no se cree nadie. Los alemanes son máquinas sin sentimientos cuando tienen una pelota en los pies. Pero el fútbol es propiedad de Zidane, Raúl, Beckham o Ronaldo. El brasileño disfrutará de su carnaval en Múnich, tierra virgen para el crack (no es broma). Y el inglés aparece en las pesadillas de los niños de esta ciudad por ser uno de los verdugos de la final del Camp Nou. El Bayern ya no es el hombre del saco. Ni frío ni gaitas. La maldición vivirá hoy su último episodio. Va por ti, Juanito.