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En la vida todo se acaba sabiendo. Me decía un buen amigo de Valencia ayer que han estirado el chicle del penalti de Marchena a Raúl (versión Ushiro-nage) porque allí sacaron hace dos años el máximo rendimiento del llanto institucional: una Liga. Pero esta vez no cuela. El Comité Técnico de Árbitros, que es algo así como el libro de estilo de un periódico, ha dictado sentencia: "Es penalti". Uno tiene el orgullo de trabajar en un medio que no se ha dejado arrastrar por la corriente facilona y populista.

Pero lo que más me duele no ha sido la reacción mediática, previsible porque aquí nos conocemos todos, sino que los ex árbitros que colaboran en las radios dijesen casi unánimemente (Pes Pérez, gracias por ser ecuánime) que lo de Marchena no es punible. Esto es como si los profesores de Historia nos contasen que en el circo de la Roma Clásica jamás se comieron los leones a los cristianos o que los rusos pisaron antes la Luna que los norteamericanos. Falso. Los que fueron árbitros deben huir de la demagogia. La verdad sólo tiene un camino. El Albacete puede bajar a Segunda por un penalti señalado a favor del Valencia fuera del área, como aquel de Perico Alonso en el España-Yugoslavia del frustrante Mundial 82. Y nadie se ha rasgado las vestiduras. Menos hipocresía y más respeto al CTA. Y al AS.