Ciclismo | El Perfil
Siempre al abordaje
Pantani guardaba rencor al pelotón y Armstrong lo pagó en 2000.
Marco Pantani logró su último triunfo el 16 de julio de 2000 en Courchevel. Tras él, a 41 segundos, llegó José María Jiménez. Como aquel día, el Pirata también ha ganado al Chava en la carrera por la vida. Pero igualmente por muy poca ventaja. Los dos escaladores más espectaculares de la última década, con permiso de Richard Virenque, han muerto inmersos en problemas psiquiátricos, rodeados de fármacos, envueltos en misterio...
En aquel Tour, tres días antes, Pantani se sintió insultado
por Lance Armstrong cuando el texano le dejó ganar en el Mont Ventoux. Lo que peor le sentó es que el americano presumió de aquel gesto. El Pirata no quería regalos, porque llevaba un año sintiéndose traicionado por sus compañeros de ofi cio. Lance estuvo a punto de pagarlo caro. Pantani se vengó con un gesto de campeón. Atacó de salida en la etapa de Morzine. El texano se preocupó tanto que hizo llamar por teléfono en carrera a su preparador, Michele Ferrari. Marco ni llegó a la meta, pero el americano sufrió en el Joux Plane uno de los mayores desfallecimientos de sus cinco Tour.
La clave de tanto rencor, de tanto resentimiento, fue el 5 de junio de 1999. Pantani fue expulsado del Giro por hematocrito alto. Desde ese día ha ido muriéndose poco a poco. Ningún compañero se solidarizó, cuando un año antes él había liderado las movilizaciones del pelotón en el famoso Tour de 1998.
Aquel año hizo el doblete en la ronda francesa y el Giro. Su voz era respetada. Pero nadie se lo agradeció y siempre mostró su amargura por ello: "Estoy resentido por el trato recibido", dijo el 4 de abril de 2003 en su última entrevista en AS, donde definía a los ciclistas como "ovejas".
Pantani se ha sentido perseguido por los medios de comunicación y, especialmente, por la justicia italiana. Fue procesado por fraude deportivo en el Giro de 1998, pero tras numerosos litigios fue exculpado el 2 de octubre de 2003. Quizá demasiado tarde. El fiscal Guarinello basó su acusación en los valores de hematocrito encontrados en dos hospitales donde fue tratado de sendos accidentes ciclistas. El primero de estos accidentes fue el atropello de un todoterreno en octubre de 1995 durante la Milán-Turín. Se fracturó una tibia y el peroné y estuvo a punto de dejar el ciclismo. Apenas pudo correr en 1996. La segunda caída fue en el Giro de 1997, cuando un gato negro se le cruzó en su camino. Guarinello hurgó en aquellas dos heridas.
Para colmo, durante los registros de San Remo del Giro 2001, la Policía encontró una jeringuilla de insulina en su habitación. Cumplió seis meses de sanción hasta marzo de 2003. Pero tampoco se rindió. "Quiero retirarme sintiéndome ciclista".
En invierno se operó las orejas y la nariz, abandonó su bandana de pirata y volvió a ofrecer muestras de su clase en el Giro. Después no fue invitado al Tour y volvió a recaer. Desapareció de la vida social. Para siempre.
Su mensaje póstumo
El día de su muerte podía leerse en su web: "A veces cerramos los ojos porque la realidad no nos complace (...) Mi lenguaje es la bici y quiero continuar para escribir el capítulo de mi libro que dejé incompleto hace demasiado tiempo".