Yo digo J. J. Santas

¡Cómo me gusta el fútbol!

J.J.Santos
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Ni la película más taquillera te garantiza emociones tan diversas. No hay ningún espectáculo de dos horas cuyo final sea imposible de predecir. A eso se agarraron durante años los directivos del fútbol para explotar la vaca televisiva. Llevaban razón en el argumento pero se pasaron en el peaje a cobrar. La Copa del Rey siempre nos ha devuelto a los orígenes de éste juego. Lo de ayer fue especial. Poderío, fuerza física, calidad, incertidumbre en el marcador, pasión en las gradas...qué locura. Y hasta Rafanomejodas, el asistente arbitral estrella, para meter baza y aumentar su fama de chivato oportuno. Lo de ayer sí que es de interés general, Sr. Cascos. Hay que felicitar al Sevilla, por creer en sí mismo, al Real Madrid por no achantarse y a los aficionados por jugar el otro partido, el que por ley les correspondía.

Pocas veces un partido está tan cantado antes de empezar. Pese a todo, el poderoso Real Madrid fue pardillo al verse sorprendido tan pronto, pardillo fue Zinedine Zidane quitándose con un manotazo a Pablo Alfaro (el defensa llevará en su conciencia si exageró el gesto para sacar ventaja) y pardillo Queiroz por airear su fe ciega en la previa. Pero por encima de esas cuestiones, los blancos tuvieron una casta desconocida. Ayer vimos un Real Madrid peleón pero sin renunciar a su calidad, sacrificado pero ambicioso, un Madrid a la altura de las circunstancias. Vamos, que no se arrugaron en ningún momento. Sabían que eso era firmar la muerte. Y en ese papel, el liderazgo del capitán Raúl, peleando en zonas que no son las suyas, y la inteligencia de Guti para dar en cada momento el ritmo que el equipo pedía. Partido de puerta grande, sí señor.

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