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El Buitre y los buenos viejos tiempos

No soy de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es más: en fútbol, y concretamente en el Real Madrid, creo que no ha habido tiempo mejor que éste. Si acaso igual, en los años dorados de Di Stéfano, que no llegué a disfrutar. Pero sí hay algunos viejos tiempos que merecen ser mimados en el recuerdo, que permiten ser disfrutados de cuando en cuando. A ese ejercicio me vi felizmente entregado ayer, en la Tertulia del Asador de Real Madrid TV. Se trataba de recordar el debut de El Buitre, hace hoy veinte años y un día, en Cádiz. Yo estuve allí.

Fue un debut feliz, con algo de mágico. Los detalles se los ahorro por conocidos (y repetidos en estas mismas páginas) pero lo que sí quiero comentar es lo que quedó de aquello. Con El Buitre, con su estilo tan personal (este jugador no se pareció a ninguno que yo haya visto antes ni después) con todo el aire alegre que le imprimió al juego su Quinta, el fútbol español empezó a cambiar para bien. Ellos fueron los heraldos de un tiempo nuevo, menos tacticista, menos físico, con menos predominio de los entrenadores, con respeto definitivo al talento y a la libertad del jugador.

Por eso conmovieron tanto a la sociedad, sobre todo él, en el que estaba sintetizado el estilo del grupo. Llegaron en un momento oportuno, en los años de la Transición, cuando Madrid se veía aislada entre autonomías y necesitaba signos de identidad propios. Los encontró en Tierno y su Movida, en Antoñete y en La Quinta del Buitre, que reventó el Bernabéu en noches maravillosas y dejó la semilla que se ha convertido en lo que hoy disfrutamos: un fútbol construido sobre el talento individual, unas aficiones exigentes, que gustan del buen juego más que de la victoria. Un fútbol mejor.