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Tristante Oliva no era internacional

Lo dijo Valdano la otra noche en El Larguero: Tristante Oliva no es internacional. Y eso no obstó para que el Sevilla le ganara no hace mucho por cuatro a uno al Madrid, en esa mala tarde en la que le faltaron al tiempo los dos laterales y Reyes campó por sus respetos. Por cierto (¿quién sabe?) quizá aquel partido cambió los destinos de Pavón, desplazado por Queiroz a una zona que no es la suya, y enalteció a Reyes, enfrentado a defensores fuera de sitio, cada cual arrastrado por el fracaso de su predecesor. Ahora Reyes está en el Arsenal y Pavón es suplente. Cosas del fútbol.

Y en vísperas de este nuevo duelo Caparrós crea un debate interesado: ¿por qué no arbitran internacionales la semifinal de la Copa? Es fácil darle la razón a primera vista, pero eso sería llevar el debate hacia donde no debe estar. No juega el árbitro, juegan los jugadores. El árbitro es, si nos confesamos la verdad, un mal necesario. Sin árbitro no hay partido. Se salta al campo con esa certeza y lo primero de todo es el sorteo de campos, las manos estrechadas y sacudidas, la foto de los dos capitanes con el árbitro en medio, los linieres a los lados y, últimamente, el cuarto árbitro, ese rondón.

Lo que no vale es ese recurso manidísimo de cargarle de salida al Madrid la carga de la prueba. Me acuerdo de hace dos años, cuando Irureta estaba segurísimo de que al Madrid le caería en la semifinal el Figueres y al Depor el Athletic y que todo estaba montado para un triunfo facilón del Madrid en su campo y en su centenario. Bueno, pues fue Depor-Figueres, Madrid-Athletic y luego una final Depor-Madrid que ganó el Depor, en buena ley, como debe ser. ¿Y...? Pues que aún esperamos disculpas de Irureta respecto a las insidias que echó a rodar. Pero es que burrear al Madrid es gratis.