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Figo: el valor de la afición

La constancia es una virtud admirable, y más todavía en quienes ya no tienen nada que ganar, porque lo han ganado todo. Y más aún el del deporte, que exige sacrificios, esfuerzos hasta el dolor físico, exposición a la crítica, presión para ganar. Por eso admiro profundamente a este Figo que ayer habló con Oscar Ribot y al que se le ve atormentado, porque quizá siente que no se valora en la medida justa su rendimiento. Es duro hacer la guerra después de haberla ganado. Figo la ha ganado, pero sigue en guerra: contra sí mismo, por superarse, contra los demás, por convencerles.

Es el galáctico primigenio. Su paso del Barça al Madrid hizo historia en el fútbol español. Su decisión contribuyó de forma poderosa a que Florentino ganara las elecciones y fue la piedra angular de su proyecto; paralelamente, dejó al Barça sumido en un desconcierto del que aún hoy, y ya va para cuatro años, no se ha repuesto. En el Madrid ha encajado como guante en la mano (la frase de Florentino de "Figo nació para jugar en el Madrid" no está vacía de contenido) y ha protagonizado la segunda gran época de oro del club, comparable, si no superior, a la primera.

Pero siente que no tiene bastante. Y, aunque lo disimule, le decepciona comprobar que el público y nosotros, la prensa, miramos más hacia otros galácticos, más recientes, más novedad, más mediáticos. Se rebela contra eso en cada balón y juega con mayor intensidad que nunca para compensar su pérdida de velocidad. Juega con la rabia del principiante, con el afán del que quiere abrirse camino, cuando en realidad ya hace mucho que llegó al máximo. No sé qué pensarán ustedes, pero a mí me parece un ejemplo grandioso de afición a su deporte y de orgullo ganador.